jueves, 4 de marzo de 2010

El militante y la doctrina






Leonardo da Vinci (1452-1519) fue un hombre del mundo moderno que vivió en el Renacimiento. Elisa Ruiz, catedrática de Paleografía y Diplomática de la Universidad Complutense de Madrid, llamó la atención que encarnase a la perfección la idea de una persona que piensa en imágenes; dice, asimismo, que el “discípulo de la experimentación” rechaza el principio de autoridad y la idea de creer en las palabras frente a la contundencia de los hechos. La máxima “Nullius in verba” (no hay que creer en las palabras de nadie) le convirtió en hombre de ciencia. Leonardo, el genial explorador e innovador de todo lo que sus sentidos percibían, después de 490 años de su muerte no cesa de maravillarnos. A los medios académicos de la vieja Europa retorna por la puerta grande: es paradigma de la integración de las ciencias. Leonardo logró fusionar la imaginación con la experimentación, esto es, imaginar (y/o captar) el movimiento de las cosas en el conjunto del cual forma parte (pensar en imágenes) y experimentarlas para comprobar sus geniales intuiciones. Leonardo integró la teoría en la experimentación, fue un ejemplo en cómo hacer ciencia: la especulación no tiene sentido si no se la lleva a la práctica.

El socialismo marxista, en política y economía, promueve un nuevo tipo de explorador, de operario, de protagonista, de combatiente: el hombre completo. El capitalismo lleva la escisión de la mente y el cuerpo, el pensamiento y la acción, la teoría y la práctica, a su más alta expresión, el hombre mutilado: cabezas sin cuerpo y cuerpos sin cabeza. El operario sólo debe cumplir órdenes del estratega. Su función es ejecutar las órdenes como la función del estratega es pensarlas. La paradoja de cabezas pensantes y cabezas actuantes es inherente al régimen de producción capitalista. El hombre completo: la unidad del cuerpo y la mente es el retorno a la naturalidad del hombre social. El militante, pensante y operante, fue el paradigma que Mariátegui propuso para la militancia del Partido Socialista del Perú. Las clases explotadoras sostienen como una verdad eterna que, en la historia social, unos nacen con estrella y otros estrellados. Esta falsa disyuntiva es superada en el marxismo. Pastores y ovejas, caudillos y seguidores, patrones y obreros, pertenecen a un pasado que se resiste a perecer. El futuro florece en el militante proletario que integra la teoría a la práctica. Este militante se hace grande, respondiendo a las interrogantes que le impone la práctica. Este militante se supera a sí mismo en la lucha de clases, en “la acción conjunta y la discusión”. Después de Leonardo da Vinci y las experiencias revolucionarias del mundo moderno ya no se puede decir: tal cosa es así, porque Aristóteles lo dijo, porque lo dice la Biblia o porque es un decir de Marx; ahora será necesario observar, medir, precisar, combatir.

Los acontecimientos, en la historia política peruana, son puestos en movimiento por voluntades o pasiones que colisionan en el intento de impulsar o frenar el cambio social. José Carlos Mariátegui nos dejó hace 80 años; y, sin embargo, la lucha de clases continúa, no se detiene en el tiempo ni en el espacio. La constante es el movimiento, los personajes son lo episódico. En el estudio del Perú contemporáneo, lo que importa son las tendencias de clase que como todas las tendencias, están en contradicción con tendencias opuestas; es decir, tendencias que no pueden realizarse si no es por medio de la lucha de clases: los hombres se ponen en acción formando conjuntos para enfrentar a otros conjuntos.

Las grandes batallas sociales impactan la sesera de los jóvenes, les cambia la vida. Al influjo de tales acontecimientos sociales, poetas como Campoamor, pese a su escepticismo filosófico se inclina por los espíritus positivos:
«Sigue al que cree, no sigas al que niega;
la fe nunca tropieza, aun siendo ciega.»

El revolucionario es un hombre de orden y de fe, como alguna vez lo advirtiera el maestro Mariátegui. En el conflicto entre razón y fe, Unamuno en su ensayo Del sentimiento trágico de la vida, señala que no hay posibilidad de encontrarle solución. Sin embargo, para el marxismo la razón equivale al método y la doctrina al dogma (fe); luego, para el marxismo si hay solución pero toda solución es temporal ya que la verdad es relativa. Sólo el movimiento y el cambio son absolutos. Ningún conocimiento es definitivo y eterno; pues, siempre será posible descubrir hechos nuevos, someter la masa de datos a adiciones, revisiones, interpretaciones nuevas. Cada segundo de vida se está construyendo el futuro. En ese sentido, la doctrina de Marx, en ningún caso puede ser exacta, todopoderosa ni mucho menos infalible. El método marxista es universal porque universal es la materia dialéctica; pero, la doctrina es temporal como temporales son las formaciones sociales clasistas.

En el Marxismo de Mariátegui no existe temor al pensamiento crítico porque tampoco había aceptación de afirmaciones rígidas e inamovibles. Su marxismo es un método y no un “programa rígido”, es una brújula, un derrotero o carta geográfica para el viaje. El revolucionario es por definición iconoclasta pero, al mismo tiempo, es un hombre de fe. Una masa inorgánica, una muchedumbre dispersa, apenas adquiere conciencia de su potencia como clase se convierte en una maquinaria capaz de grandes empresas. Las muchedumbres no dudan una vez tomada una decisión. Una organización revolucionaria proletaria está integrada a la muchedumbre no es un puñado de conjurados. Los conspiradores pequeño burgueses pretenden cabalgar sobre la masa que empuja el carro de la historia. José Carlos Mariátegui entendió a la perfección que un partido proletario, para que cumpla con su destino, no puede nacer de un conciliábulo que le otorgue partida de nacimiento por auto proclamación; sino, debe formar parte del tejido social, debe tener raíces en las diversas clases que constituyen el pueblo, esto es, debe construirse dentro de la sociedad. Pero, la inteligencia burguesa – dice el maestro Mariátegui – se entretiene en la crítica racionalista del método, de la teoría, de la técnica de los revolucionarios. Cree que el problema organizativo es exclusivamente una cuestión de estructuras y estatutos. Cuando la organización, y su fuerza revolucionaria, no están en su ciencia; están en su fe, en su pasión, en la voluntad de cambio que se potencia en una fuerza organizada. Una fuerza organizada que actúa como una fuerza religiosa. Esa fuerza viene del mito revolucionario. Pero los mitos sociales nada tienen que ver con fundamentalismos hoy en boga que alimentan un fanatismo insensato y estéril. “La revolución – decía Mariátegui – más que una idea, es un sentimiento. Más que un concepto, es una pasión.”

Karl Marx a los 26 años de edad les recuerda a sus contemporáneos: “Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ‘ad hominem’ , y argumenta y demuestra ‘ad hominem’ cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo.” La teoría se convierte en poder material cuando las masas la hacen suya. ¡Así nace el mito revolucionario¡ El partido de clase transforma a la masa inorgánica en una máquina de combate. Las muchedumbres adquieren conciencia de su potencia como clase a través de la potencia creadora de su Vanguardia política.

En el marxismo de Mariátegui dogma equivale a doctrina. Y toda doctrina inevitable e imperceptiblemente conduce a la ortodoxia en el verbo y la acción, esto es, al mito. “El proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia ese mito se mueve con una fe vehemente y activa.” Pero, ¿qué es un mito social? Un mito social es una emoción, un sentimiento, que brota del inconsciente colectivo e ilumina el camino a la redención del hombre social con una voluntad que excede el impulso individual. José Carlos Mariátegui dice que “la muchedumbre, más aún que el filósofo escéptico, más aún que el filósofo relativista, no puede prescindir de un mito, no puede prescindir de una fe. No le es posible distinguir sutilmente su verdad de la verdad pretérita o futura. Para ella no existe sino la verdad. Verdad absoluta, única, eterna. Y, conforme a esta verdad, su lucha es, realmente, una lucha final.” La verdad relativa en la cabeza de la multitud se convierte en una verdad absoluta. Las muchedumbres transforman una verdad relativa en dogma. Y, este dogma es el que hace posible la identidad de voluntades (ortodoxia) dentro de una diversidad de pareceres (heterodoxia). Es por eso que en la lucha social, la fuerza avasalladora de las masas, la potencia realizadora del hombre masa, brota del dogma revolucionario.

Ortodoxia y heterodoxia, fe y razón, orden y desorden, son parte de la carga innata de la humanidad. Como disciplina y rebeldía, dogmatismo y herejía, mando y subordinación, son diferentes caretas del hombre pero si se presentan por separado responden al mezquino interés de las clases explotadoras. El hombre es por naturaleza, inconforme, iconoclasta; es un hereje cuando se propone encontrar respuestas. La herejía le sirve para hallar una solución; más, la herejía, cesa de ser útil cuando el hombre encuentra la solución, cuando entra en posesión de ella. Una vez en el dominio y disfrute de la solución la transforma en dogma. A esa transformación se refiere José Carlos Mariátegui en su magistral Defensa del Marxismo: “La herejía individual es infecunda. En general, la fortuna de la herejía depende de sus elementos o de sus posibilidades de devenir un dogma o de incorporarse en un dogma.” El hombre se aferra, entonces, a la solución (que con el tiempo se convierte en dogma) al fin descubierta dando origen a la ortodoxia en la religión, la política o la ciencia. La ortodoxia por separado conduce al dogmatismo, a la ceguera frente a lo inevitable: el cambio. La heterodoxia, sin un método y una doctrina, navega sin rumbo ni objeto en medio de las agitadas aguas de la imaginación. Y, la imaginación voltejea a una velocidad loca pero inútil en torno a todo y a la vez nada. Marx hace de “la verdad al fin descubierta” un dogma (ortodoxia) que sólo puede desarrollarse a través de la herejía (heterodoxia). Por eso, el marxismo es un sistema de ideas abierto a toda contribución humana venga de donde venga. El marxismo, en ese delicado “equilibrio” entre ser abierto y cerrado , se desarrolla combatiendo por la edificación de un nuevo orden mundial.

Actualmente, en el desarrollo del pensamiento, se tiende hacia la formación de un “cerebro” colectivo, que marcará el fin del marxismo, y de toda doctrina, cuando ésta se convierta en parte orgánica del pensar humano. El dogma social mueve montañas; pero, el dogmatismo, encadena las potencialidades del sujeto social. Son los hombres quienes como por “arte de magia” mutan las teorías (perfectibles) en doctrinas (“perfectas”), y son ellos mismos los que las arrojaran al tacho de basura. Mientras el hombre enajenado exista sobre la tierra las teorías se convertirán en doctrinas. Mientras no se libere la potencia revelada, en la fuerza de producción multiplicada (clase obrera), el individuo concreto no podrá emanciparse como individuo distinto pero universal. Esa es la razón de que los militantes socialistas transfiguren el marxismo y lo conviertan en doctrina; es decir, en un sistema cerrado, auto justificador y dogmático. Pero, el marxismo no es ni puede ser una teoría acabada. El marxismo no es ni puede ser un sistema cerrado. El marxismo no es ni puede ser una ciencia concluida. El marxismo es una teoría que se desarrolla en medio de contradicciones y a través de contradicciones. Lo cuál no es nada extraño; pues, es el modo natural de desarrollo de la humanidad.

Karl Marx dio sentido histórico a la clase obrera. Su genio domina toda una época histórica. Con las ideas de Marx ocurre lo que ocurre con las genialidades de todo hombre de genio. Apenas sus ideas se divulgan por el mundo son asimiladas por otros cerebros. Las ideas singulares de Marx se vuelven universales, en tanto, son asumidas por otros hombres dando origen al llamado marxismo. Esa es la dialéctica del pensamiento humano: las ideas de todos se convierten en ideas de uno, y, las ideas avanzadas de uno se transforman en ideas avanzadas de todos. Así, con el tiempo y las aguas, el marxismo conquistará la mente humana a tal punto que se convertirá en parte orgánica del pensamiento humano. En ese momento, las ideas –de Marx y sus continuadores– pasarán de cerebro en cerebro, de modo tal que ni siquiera sospechen quien las formuló por vez primera. En ese punto del devenir humano, vana e inútil será toda discusión doctrinal. Esto marcará el fin de toda gran doctrina.
Tacna, 04 marzo 2010
Edgar Bolaños Marín




[1] "Hacer política es pasar del sueño a las cosas, de lo abstracto a lo concreto.” Henry Barbusse. Citado por JCM en Escena Contemporánea, versión electrónica.

[2] JCM, en El hombre y el mito (Alma Matinal, Versión electrónica), es claro y contundente al respecto: “Inútil es, según estas teorías, buscar una verdad absoluta. La verdad de hoy no será la verdad de mañana. Una ver­dad es válida sólo para una época. Contentémo­nos con una verdad relativa.”

[3] V. I. Lenin, en Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, escrito con ocasión del 30 aniversario de la muerte de K. Marx, marzo 1913, dice que “La doctrina de Marx es omnipotente porque es verdadera.” Esta expresión vulgarizada en manuales y libelos, por los poseedores de la última palabra en marxismo, ha servido para convertir a Marx en profeta omnisciente en cuyos textos podían encontrarse las recetas adecuadas para todos los problemas. Así la doctrina de Marx se transforma en un decálogo inerte, sin vida, inmutable.

[4] Esa es la razón del siguiente comentario de JCM en Antecedentes y desarrollo de la acción clasista (Ideología y Política, versión electrónica): “"Nuestra Epoca" no trae un programa socialista; pero aparece como un esfuerzo ideológico y propagandístico en este sentido. A los dos números, cesa de publicarse, desaprobada por la empresa periodística a la que prestan sus servicios sus principales redactores; pero éstos prosiguen en sus gestiones por crear un Comité de Propaganda Socialista. Se une a ellos otro redactor De "El Tiempo", Luis Ulloa procedente del antiguo partido radical, quien con motivo de sus campañas periodísticas contra los "hambreadores del pueblo" se relaciona con los sindicalistas. Se constituye el Comité con la adhesión de Del Barzo y algunos obreros próximos a él y de los dos grupos de estudiantes, (ya profesionales algunos) que han tomado parte hasta entonces en agitación obrera. El grupo tiende a asimilarse todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo González-Pradista y se conservan fuera de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo componen, dirigida por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del grupo en partido; la otra parte, en la que se cuentan precisamente los iniciadores de su fundación, sostienen que debe ser mantenido como Comité de Propaganda y Organización Socialistas, mientras su presencia no tenga arraigo en las masas.”

[5] Véase, El hombre y el mito, JCM, Alma Matinal, versión electrónica.

[6] JCM, El Grupo Clarté, La Escena Contemporánea, Pág. 155

[7] Se trata de una argumentación ad hominem, es decir, hacia o contra el hombre, cuando al argumentar se ataca directamente a la persona, al adversario. Expresión latina es usada en la frase argumento ad hominem, para indicar que el razonamiento o argumento con el que se pretende convencer a una persona se basa en sus mismos actos u opiniones.

[8] Marx, En torno a la critica de la filosofía del derecho de Hegel, pp. 9-11

[9] Véase, El hombre y el mito, JCM, Alma Matinal, versión electrónica.

[10] JCM, La lucha final, Alma matinal… Versión electrónica.

[11] JCM, Defensa del Marxismo, Versión Electrónica

[12] “El universo parece hallarse delicadamente equilibrado en la línea divisoria entre ser cerrado, como un agujero negro, y abierto, a fin de poder expandirse para siempre.” Stephen Hawking, La historia del tiempo, Pág 191

1 comentario:

César Flores Huallpa dijo...

Saludos de un anti-comunista. También soy tacneño. Interesante tu blog, lo estaré revisando y quizás lo reseñe.