jueves, 20 de octubre de 2011

ACTUALIDAD DE LA COMUNA DE PARÍS: LA COMUNA DE PARIS Y LOS OBJETIVOS DE LA DICTADURA DEMOCRATICA


NOTA BREVE

La fidelidad de las traducciones y la “infidelidad” de los traductores o recopiladores saltan a contra luz en éstos dos últimos trabajos compilados en el apéndice.

El artículo “La Comuna de París y los objetivos de la dictadura democrática” se publicó en el periódico Proletari, núm. 8, del 17 (4) de julio de 1905. Este artículo divulgaba datos históricos sobre la actividad de la Comuna de París. Lenin corrigió el artículo, modificó su título, introdujo enmiendas en el texto y escribió el párrafo final. Pero, no se ha podido establecer quién fue su autor, dicen los editores de V. I. Lenin Obras Completas Editorial Cartago Bs. As. 1969, Segunda Edición, Tomo IX pág. 138 y notas de la pág. 479.

En la recopilación “Lenin La Comuna de Paris”, Editorial Progreso, Moscú, 1971 (traducida de la cuarta edición en ruso de las Obras de V.I. Lenin, sin fecha, teniendo en cuenta las modificaciones introducidas en la quinta edición, preparada por el Instituto de Marxismo Leninismo adjunto al CC del PCUS), el documento “La comuna de Paris y las tareas de la dictadura democrática” es publicado completo, como APENDICE, páginas 115 – 121, de la misma recopilación, en la página 14 esta el fragmento atribuido a Lenin.

La historia es la más cruel de todas las diosas y conduce su carro triunfal sobre montañas de cadáveres, no sólo en tiempos de guerra sino en tiempos de paz. En el siglo XXI, las montañas de cadáveres producto de guerras contra el "terrorismo y el narcotráfico", se acumulan en dos continentes: África y Asia. Pero, no crea el lector que los otros continentes se librarán de ese flagelo. Más temprano que tarde la Dama Fría viene de la mano del espléndido negocio de los Drones y terminará por teñir de rojo los cinco continentes. La burguesía en la Comuna de París, ponía de manifiesto a qué insensatas crueldades de venganza es capaz de acudir tan pronto como la clase obrera se atreve a enfrentarse con ella. Los negocios del presente, encuentra pretextos mil para hacer negocios, en medio de las guerras y a través de las guerras. Detengamos el baño de sangre que nos impone la avaricia del capital internacional. ¡Proletarios de todos los países, Uníos!


Tacna, 20 octubre 2011
Edgar Bolaños Marín


APÉNDICE II

PARRAFO FINAL DEL ARTÍCULO LA COMUNA DE PARIS Y LOS OBJETIVOS DE LA DICTADURA DEMOCRATICA(17)

Este análisis nos enseña, en primer lugar, que la participación conjunta de los representantes del proletariado socialista y la pequeña burguesía en un gobierno revolucionario, es perfectamente admisible en principio y, bajo ciertas condiciones, hasta obligatoria. Nos muestra también que la verdadera misión que la Comuna debía cumplir, era, ante todo, la realización de la dictadura democrática, y no de la dictadura socialista, es decir, el cumplimiento de nuestro “programa mínimo”. Por último, este análisis nos recuerda que al extraer enseñanzas de la Comuna de París, no debemos imitar sus errores (no se apoderaron del Banco de Francia, no emprendieron una ofensiva contra Versalles, no tuvieron un programa claro, etc.), sino sus medidas prácticas acertadas que señalan el camino correcto. No es la palabra “comuna” lo que debemos tomar de los grandes luchadores de 1871, ni repetir a ciegas cada una de sus consignas, sino elegir las consignas programáticas y prácticas que respondan a la situación actual en Rusia y puedan concretarse en la siguiente formulación: dictadura democrática revolucionaria del proletariado y del campesinado.

Proletari, n 8, 17 (4) de Julio de 1905.
Se publica de acuerdo con el texto del periódico.

Notas
(17) El artículo “La Comuna de París y los objetivos de la dictadura democrática” se publicó en el periódico Proletari, núm. 8, del 17 (4) de julio de 1905. No se ha podido establecer quién fue su autor. El artículo proporcionaba datos históricos sobre la actividad de la Comuna de París y la forma en que estaba integrado su gobierno, del que, junto con representantes de la pequeña burguesía, formaban parte destacados militantes socialistas del movimiento obrero, y polemizaba con la línea táctica de los mencheviques, quienes consideraban inadmisible la participación de los socialdemócratas en el gobierno provisional revolucionario. Lenín corrigió el artículo, modificó su título, introdujo enmiendas en el texto y escribió el párrafo final. 138.

Versión extraída de V. I. Lenin Obras completas Editorial Cartago Bs. As. 1969, Segunda Edición, Tomo IX pág. 138 y las notas de la pág. 479 Esta edición de la Edit. Cartago se basa en la quinta publicación rusa, preparada por el Instituto de Marxismo Leninismo, adjunto al CC del PCUS [ fecha ¿?]

En la recopilación “Lenin La comuna de Paris”, Editorial Progreso, Moscú, 1971 (traducida de la cuarta edición en ruso de las Obras de V.I.Lenin, [fecha ¿¿??] teniendo en cuenta las modificaciones introducidas en la quinta edición, preparada por el Instituto de Marxismo Leninismo adjunto al CC del PCUS), el documento “La comuna de Paris y las tareas de la dictadura democrática” figura completo como APENDICE. En éste incluye el párrafo final digitalizado líneas arriba.


APÉNDICE III

En el libro: V.I. Lenin La Comuna de París, Editorial Progreso, Moscú 1971, en la página 115 como Apéndice reproducen completo el artículo en cuestión, tal como lo presentamos líneas abajo.


LA COMUNA DE PARÍS Y LAS TAREAS DE LA DICTADURA DEMOCRÁTICA

La postura de Iskra respecto a si es admisible la participación de los socialdemócratas en un gobierno provisional se ha embrollado hoy hasta el límite. En condiciones favorables es posible, también a juicio de los discípulos de Martynov, una extensión tal de la revolución que sirva de prólogo directo a una gran transformación social, pero de manera como si el propio partido, su voluntad, su labor y sus planes no tuvieran nada que ver con ello. "A Dios rogando, y con el mazo dando", reza el refrán con que se quiere contrarrestar el fatalismo religioso. "A las circunstancias y al proceso histórico rogando", decimos nosotros, "¡y con el mazo dando!". De lo contrario uno será un economista fatalista, y no un socialdemócrata revolucionario. Leo en la resolución de la conferencia menchevique: "Sólo en un caso debería la socialdemocracia, por iniciativa propia, dirigir sus esfuerzos a adueñarse del poder y, en la medida de lo posible, a sostenerse en él cuanto pueda, a saber, en el caso de que la revolución se propague a los países adelantados de Europa Occidental, en los que han alcanzado ya cierta madurez las condiciones para realizar el socialismo". Ante todo, no puede uno menos de preguntarse: ¿es que se puede "dirigir los esfuerzos" a otra cosa y no por iniciativa propia? Por otra parte, ¿qué resultaría si invirtiéramos la frase así: "Sólo en un caso se propagaría la revolución de Rusia a los países adelantados de Europa Occidental, a saber, si el PÓSDR lograse tomar en sus manos el poder y sostenerse en él mucho tiempo"?... Puestos a hacer augurios, ¿por qué no éste? Nunca estorba el máximo de energía. Por más que nadie habla de la toma del poder por el partido; sólo se habla de la participación rectora, en la medida de lo posible, del partido en la revolución, cuando tenga éste el poder en sus manos (si ese momento llega) y cuando se hagan esfuerzos para arrebatarle de nuevo el poder.

En cuanto a si es posible y tolerable esa dictadura democrática del proletariado, ofrece interés dar alguna información de la historia de la Comuna de París, que fue un poder revolucionario e hizo la revolución no sólo por abajo, sino por arriba también.

¿Fue la Comuna una dictadura del proletariado?

La Introducción de Engels a la tercera edición de La guerra civil en Francia acaba en las siguientes palabras: "Últimamente, las palabras "dictadura del proletariado" han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡He ahí la dictadura del proletariado!"

¡Pero entre dictadura y dictadura hay un gran trecho! ¿Acaso fue ésta una dictadura del proletariado verdadera y pura en el sentido de la composición netamente socialdemócrata de sus miembros y del carácter de sus tareas prácticas? ¡Ni mucho menos! El proletariado consciente (sólo más o menos consciente), es decir, los miembros de la Internacional, estaban en minoría; la mayoría del gobierno era de representantes de la democracia pequeño burguesa. Uno de los novísimos investigadores (Gustavo Jaeckh) lo dice sin la menor ambigüedad. El Comité Central de la Guardia Nacional, por ejemplo, estaba constituido por treinta y cinco miembros, y sólo dos eran socialistas (o sea, miembros de la Internacional); en cambio ellos (Varlin y Avoine) tenían un peso enorme entre sus compañeros de mando. Del mismo Comité escribió Lissagaray lo que sigue: "¿Eran sus miembros agitadores conocidos? ¿Socialistas? En absoluto; eran gente de nombres desconocidos: pequeños burgueses, tenderos y dependientes". Sin embargo, Varlin y Avoine entraron en ese Comité. Posteriormente se incluyeron también Pindy, Ostyn y Jourde. El Periódico Obrero de Nueva York, órgano de la Internacional, escribió lo siguiente en un artículo del 18 de julio de 1874: "La Comuna no fue obra de la Internacional; Comuna e Internacional no son lo mismo, pero los miembros de la Internacional aprobaron el programa de la Comuna, llevándolo al propio tiempo mucho más allá de su marco inicial; éstos fueron también sus más celosos y fieles defensores, pues comprendían la importancia de la Comuna para la clase obrera".

El "Consejo General", que, como se sabe, lo encabezaba Marx, aprobó esa táctica de la Federación Parisina de la Internacional; en su manifiesto se decía; "Dondequiera y en cualquier forma que se lleve la lucha de clases, los miembros de nuestra asociación deben estar en las primeras filas". Pero los miembros de la Internacional, predecesores nuestros, no deseaban, en absoluto, fundirse con la Comuna; defendieron siempre su peculiar organización de partido netamente proletario. Jaeckh escribe: "El Consejo Federal de la Internacional supo asegurar en seguida la influencia de sus apoderados en el gobierno revolucionario". Sirva de magnífica demostración de la independencia de la organización proletaria de entonces, no obstante la participación de representantes suyos en el gobierno, la siguiente invitación: "El próximo sábado, 20 de mayo, a la una en punto, se celebrará una asamblea urgente del Consejo Federal de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Se invita a asistir a los miembros de la Comuna pertenecientes a la Internacional. Tendrán que rendir cuentas de la posición que han ocupado en la Comuna y de la causa y esencia de las discrepancias surgidas en su seno. Para asistir se precisa el carnet de afiliado". He aquí otro documento curioso, el acuerdo de la antemencionada asamblea urgente: "La Asociación Internacional de los Trabajadores ha adoptado en la asamblea urgente del 20 de mayo el siguiente acuerdo: "Tras de escuchar a los asociados, que son al mismo tiempo miembros de la Comuna, la asamblea ha conceptuado su conducta como leal por completo y ha dispuesto rogarles que sigan defendiendo por todos los medios los intereses de la clase obrera y procurando mantener la unidad de la Comuna a fin de luchar con vigor contra los versalleses. Además, ha recomendado que se logre la publicidad total de las sesiones de la Comuna y se anule el párrafo tercero de su Manifiesto como incompatible con el derecho del pueblo a comprobar los actos del poder ejecutivo, en este caso, del Comité de Salud Pública"".

Asistieron a la asamblea seis miembros de la Comuna; otros tres enviaron sus excusas. El 19 de marzo Lissagaray contó en la Comuna veinticinco representantes de la clase obrera, pero no todos pertenecían a la Internacional: incluso entonces la mayoría estaba al lado de la pequeña burguesía.

Este no es sitio para hablar de la historia de la Comuna ni del papel que desempeñaron en ella los miembros de la Internacional. Nos limitaremos a decir que en la Comisión Ejecutiva estaba Duval; en la de Hacienda, Varlin, Jourde y Beslay; en la Militar, Duval y Pindy; en la de Seguridad Pública, Assi y Chalain, y en la de Trabajo, Malón, Frankel, Theisz, Dupont y Avrial. El 16 de abril, después de las nuevas elecciones, entraron varios miembros más de la Internacional (entre ellos Longuet, yerno de Marx), pero había también en la Comuna enemigos declarados de la Internacional, como, Ve'sinier, por ejemplo. Al final de la Comuna, las finanzas estaban en manos de dos miembros de mucho talento de la Internacional: Jourde y Varlin.

El Comercio y el Trabajo se encontraban bajo la dirección de Frankel; Correos, Telégrafos, la Casa de la Moneda y los impuestos directos estaban gobernados también por los socialistas. Aun con todo, como dice Jaeckh, la mayoría de los ministerios más importantes quedaba en manos de la pequeña burguesía.

Así, no cabe la menor duda de que Engels, al llamar dictadura del proletariado a la Comuna, se refería únicamente a la participación, ideológica, y dirigente además, de los representantes del proletariado en el gobierno revolucionario de París.

¿Pero acaso la meta inmediata de la Comuna era la revolución socialista completa? No podemos hacernos esas ilusiones.

Efectivamente, en el famoso Manifiesto del Consejo General sobre la Comuna, escrito, sin duda, por Marx, se dice: "La Comuna había de servir de palanca para extirpar los cimientos económicos sobre los que descansa la dominación de clase". Y más adelante: "La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla inmediatamente. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la tiende irresistiblemente la sociedad actual, tendrán que pasar por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y a los hombres. La Comuna no tiene que realizar ningún ideal, sino simplemente dar suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno". Todas las medidas y toda la legislación social de la Comuna presentaban un carácter práctico, y no utópico. La Comuna realizaba lo que hoy denominamos "programa mínimo del socialismo". Para recordar lo que hizo precisamente en este orden, aduciremos una cita de la ya mencionada Introducción de Engels:

"El 26 de marzo fue elegida, y el 28 proclamada la Comuna de París. El Comité Central de la Guardia Nacional, que hasta entonces había tenido el poder en sus manos, dimitió en favor de la Comuna, después de haber decretado la abolición de la escandalosa "policía de moralidad" de París. El 30, la Comuna abolió el servicio militar obligatorio y el ejército permanente y declaró única fuerza armada a la Guardia Nacional, en la que debían enrolarse todos los ciudadanos capaces de empuñar las armas. Condonó los pagos de alquiler de viviendas desde octubre de 1870 hasta abril de 1871, abonando en cuenta para futuros pagos de alquileres las cantidades ya abonadas, y suspendió la venta de objetos empeñados en las casas municipales de préstamos. El mismo día 30 fueron confirmados en sus cargos los extranjeros elegidos para la Comuna, pues la "bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial". El 1 de abril se acordó que el sueldo máximo que podría percibir un funcionario de la Comuna, y por tanto los mismos miembros de ésta, no podría exceder de 6.000 francos (4.800 marcos). Al día siguiente, la Comuna decretó la separación de la Iglesia y el Estado y la supresión de todas las partidas consignadas en el presupuesto del Estado para fines religiosos, declarando propiedad nacional los bienes de la Iglesia; como consecuencia de esto, el 8 de abril se ordenó que se eliminasen de la escuelas todos los símbolos religiosos, imágenes, dogmas, oraciones, en una palabra, "todo lo que cae dentro de la órbita de la conciencia individual", orden que fue aplicándose gradualmente. El día 5, en vista de que las tropas de Versalles fusilaban diariamente a los combatientes de la Comuna capturados por ellas, se dictó un decreto ordenando la detención de rehenes, pero esta disposición nunca se llevó a la práctica. El día 6, el 137° Batallón de la Guardia Nacional sacó a la calle la guillotina y la quemó públicamente, entre el entusiasmo popular. El 12, la Comuna acordó que la Columna Triunfal de la plaza Vendóme, fundida con el bronce de los cañones tomados por Napoleón después de la guerra de 1809, se demoliese, como símbolo de chovinismo e incitación a los odios entre las naciones. Esta disposición fue cumplimentada el 16 de mayo. El 16 de abril, la Comuna ordenó que se abriese un registro estadístico de todas las fábricas clausuradas por los patronos y se preparasen los planes para reanudar su explotación con los obreros que antes trabajaban en ellas, organizándoles en sociedades cooperativas, y que se planease también la organización de todas estas cooperativas en una gran Unión. El 20, la Comuna declaró abolido el trabajo nocturno de los panaderos y suprimió también las oficinas de colocación, que durante el Segundo Imperio eran un monopolio de ciertos sujetos designados por la policía, explotadores de primera fila de los obreros. Las oficinas fueron transferidas a las alcaldías de los veinte distritos de París. El 30 de abril, la Comuna ordenó la clausura de las casas de empeño, basándose en que eran una forma de explotación privada de los obreros, en pugna con los derechos de éstos a disponer de sus instrumentos de trabajo y de crédito. El 5 de mayo, dispuso la demolición de la Capilla Expiatoria, que se había erigido para expiar la ejecución de Luis XVI".

Como es sabido, merced, en parte, a los errores cometidos y a su excesiva nobleza, la Comuna no logró vencer a la reacción; los comuneros perecieron; pues bien, ¿denigraron o desprestigiaron con ello la causa del proletariado, como grazna Martynov, cual pájaro de mal agüero, respecto a si es posible en el futuro un gobierno revolucionario en Rusia? Es evidente que no la denigraron ni desprestigiaron, pues Marx escribió de la Comuna:

"El París de los obreros, con su Comuna, será eterna¬mente ensalzado como heraldo glorioso de una nueva sociedad. Sus mártires tienen su santuario en el gran corazón de la clase obrera. Y a sus exterminadores la historia los ha clavado ya en una picota eterna, de la que no lograrán redimirlos todas las preces de su clerigalla".

Nos parece que nuestra breve información histórica tiene algo de instructiva. Nos enseña, ante todo, que la participación de representantes del proletariado socialista con la pequeña burguesía en un gobierno revolucionario es completamente admisible, por principio, y absolutamente obligatoria en determinadas condiciones. Nos enseña, además, que la tarea real que hubo de cumplir la Comuna fue, ante todo, el ejercicio de la dictadura democrática, y no socialista, la aplicación de nuestro "programa mínimo". Por último, esta información nos recuerda que, al sacar de la Comuna de París enseñanzas para nosotros, no debemos repetir sus errores (no tomaron el Banco de Francia, no em-prendieron la ofensiva contra Versalles, no tuvieron un programa claro, etc.), sino sus pasos prácticos que tuvieron éxito y que señalaron el camino acertado. No es la palabra "Comuna" lo que debemos tomar de los grandes combatientes de 1871, ni repetir ciegamente todas sus consignas, sino que debemos hacer que resalten las consignas programáticas y prácticas que corresponden al estado de cosas existente en Rusia y que están formuladas en las palabras: dictadura democrática revolucionaria del proletariado y los campesinos.

Proletari, N° 8, del 17
(4) de julio de 1905.

[Fuente, V.I.Lenin, La Comuna de París, Editorial Progreso, Moscú, 1971. Pág. 115-121. De la Editorial: Los trabajos que figuran en la presente recopilación han sido traducidos de la 4ª edición en ruso de las Obras de V.I. Lenin, teniendo en cuenta las modificaciones introducidas en la 5ª edición, preparada por el Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al CC del PCUS.]

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