lunes, 18 de febrero de 2013

DOSSIER: LA RENUNCIA DEL PAPA Y LA CRISIS DE LA IGLESIA



LAS VERDADERAS RAZONES DE LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI

EDUARDO FEBBRO
Sábado 16 de febrero de 2013

Los expertos vaticanistas alegan que el papa Benedicto XVI decidió renunciar en marzo del año pasado, después de regresar de su viaje a México y a Cuba. En ese entonces, el Papa que encarna lo que el especialista y universitario francés Philippe Portier llama “una continuidad pesada” con su predecesor, Juan Pablo II, descubrió la primera parte de un informe elaborado por los cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. Allí estaban resumidos los abismos nada espirituales en los que había caído la Iglesia: corrupción, finanzas oscuras, guerras fratricidas por el poder, robo masivo de documentos secretos, pugna entre facciones y lavado de dinero. El resumen final era la “resistencia en la curia al cambio y muchos obstáculos a las acciones pedidas por el Papa para promover la transparencia”.

El Vaticano era un nido de hienas enardecidas, un pugilato sin límites ni moral alguna donde la curia hambrienta de poder fomentaba delaciones, traiciones, zancadillas, lavado de dinero, operaciones de Inteligencia para mantener sus prerrogativas y privilegios al frente de las instituciones religiosas y financieras. Muy lejos del cielo y muy cerca de los pecados terrestres. Bajo el mandato de Benedicto XVI, el Vaticano fue uno de los Estados más oscuros del planeta. Josef Ratzinger tuvo el mérito de destapar el inmenso agujero negro de los curas pedófilos, pero no el de modernizar la Iglesia y dar vuelta la página del legado de asuntos turbios que dejó su predecesor, Juan Pablo II.

Ese primer informe de los tres cardenales desembocó, en agosto del año pasado, en el nombramiento del suizo René Brülhart, un especialista en lavado de dinero que dirigió durante ocho años la Financial Intelligence Unit (FIU) du Liechtenstein, o sea, la agencia nacional encargada de analizar las operaciones financieras sospechosas. Brülhart tenía como misión poner al Banco del Vaticano en sintonía con las normas europeas dictadas por el GAFI, el grupo de acción financiera. Desde luego, no pudo hacerlo. El pasado turbio le cerró el paso.

Benedicto XVI fue, como lo señala Philippe Portier, un continuador de la obra de Juan Pablo II: “Desde 1981 siguió el reino de su predecesor acompañando varios textos importantes que él mismo redactó a veces, como la Condena de las teologías de la liberación de los años 1984-1986, el Evangelium Vitae de 1995, a propósito de la doctrina de la Iglesia sobre temas de la vida, o Splendor Veritas, un texto fundamental redactado a cuatro manos con Wojtyla”. Estos dos textos citados por el experto francés son un compendio práctico de la visión reaccionaria de la Iglesia sobre las cuestiones políticas, sociales y científicas del mundo moderno.

La segunda parte del informe de los tres cardenales le fue presentada al Papa en diciembre. Desde entonces, la renuncia se planteó de forma irrevocable. En pleno marasmo y con un montón de pasillos que conducían al infierno, la curia romana actuó como lo haría cualquier Estado. Buscó imponer una verdad oficial con métodos modernos. Para ello contrató al periodista norteamericano Greg Burke, miembro del Opus Dei y ex miembro de la agencia Reuters, la revista Time y la cadena Fox. Burke tenía por misión mejorar la deteriorada imagen de la Iglesia. “Mi idea es aportar claridad”, dijo Burke al asumir el puesto. Demasiado tarde. Nada hay de claro en la cima de la Iglesia Católica.

La divulgación de los documentos secretos del Vaticano orquestada por el mayordomo del papa, Paolo Gabriele, y muchas otras manos invisibles fue una operación sabiamente montada cuyos resortes siguen siendo misteriosos: operación contra el poderoso secretario de Estado, Tarcisio Bertone, conspiración para empujar a Benedicto XVI a la renuncia y poner a un italiano en su lugar, o intento de frenar la purga interna en curso y la avalancha de secretos, los vatileaks sumergieron la tarea limpiadora de Burke. Un infierno de paredes pintadas con ángeles no es fácil de rediseñar.

Benedicto XVI se hizo aplastar por las contradicciones que él mismo suscitó. Estas son tales que, una vez que hizo pública su renuncia, los tradicionalistas de la Fraternidad de San Pío X fundada por monseñor Lefebvre saludaron la figura del Papa. No es para menos: una de las primeras misiones que emprendió Ratzinger consistió en suprimir las sanciones canónicas adoptadas contra los partidarios fascistoides y ultrarreaccionarios de monseñor Lefebvre y, por consiguiente, legitimizar en el seno de la Iglesia esa corriente retrógrada que, de Pinochet a Videla, supo apoyar a casi todas las dictaduras de ultraderecha del mundo.

Philippe Portier señala al respecto que el Papa “se dejó sobrepasar por la opacidad que se instaló bajo su reino”. Y la primera de ellas no es doctrinal, sino financiera. El Vaticano es un tenebroso gestor de dinero y muchas de las querellas que se destaparon en el último año tienen que ver con las finanzas, las cuentas maquilladas y las operaciones ilícitas. Esta es la herencia financiera que dejó Juan Pablo II y que para muchos especialistas explica la crisis actual. El Instituto para las Obras de Religión, es decir el banco del Vaticano, fundado en 1942 por Pío XII, funciona con una oscuridad tormentosa. En enero, a pedido del organismo europeo de lucha contra el blanqueo de dinero, Moneyval, el Banco de Italia bloqueó el uso de las cartas de crédito dentro del Vaticano debido a la falta de transparencia y a las fallas manifiestas en el control de lavado de dinero. En 2011, los cinco millones de turistas que visitaron la Santa Sede dejaron 93,5 millones de euros en las cajas del Vaticano, ahora deberán pagar al contado. El IOR gestiona más de 33.000 cuentas por las que circulan más de seis mil millones de euros. Su opacidad es tal que no figura en la “lista blanca” de los Estados que participan en el combate contra las transacciones ilícitas.

En septiembre de 2009, Ratzinger nombró al banquero Ettore Gotti Tedeschi al frente del Banco del Vaticano. Cercano al Opus Dei, representante del Banco de Santander en Italia desde 1992, Gotti Tedeschi participó en la preparación de la encíclica social y económica Caritas in veritate, publicada por el Papa en julio. La encíclica exige más justicia social y plantea reglas más transparentes para el sistema financiero mundial. Tedeschi tuvo como objetivo ordenar las turbias aguas de las finanzas vaticanas. Las cuentas de la Santa Sede son un laberinto de corrupción y lavado de dinero cuyos orígenes más conocidos se remontan a finales de los años ’80, cuando la Justicia italiana emitió una orden de detención contra el arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, el llamado “banquero de Dios”, presidente del Instituto para las Obras de la Religión y máximo responsable de las inversiones vaticanas de la época.

Marcinkus era un adepto a los paraísos fiscales y muy amigo de las mafias. Juan Pablo II usó el argumento de la soberanía territorial para evitar la detención y salvarlo de la cárcel. No extraña, le debía mucho, ya que en los años ’70 y ’80 Marcinkus había utilizado el Banco del Vaticano para financiar secretamente al hijo predilecto de Juan Pablo II, el sindicato polaco Solidaridad, algo que Wojtyla no olvidó jamás. Marcinkus terminó sus días jugando al golf en Arizona y en el medio quedó un gigantesco agujero negro de pérdidas (3,5 mil millones de dólares), inversiones mafiosas y también varios cadáveres.

El 18 de junio de 1982 apareció un cadáver ahorcado en el puente londinense de Blackfriars. El cuerpo pertenecía a Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano y principal socio del IOR. Su aparente suicidio corrió el telón de una inmensa trama de corrupción que incluía, además del Banco Ambrosiano, la logia masónica Propaganda 2 (más conocida como P-2), dirigida por Licio Gelli, y el mismo Banco del Vaticano dirigido por Marcinkus. Gelli se refugió un tiempo en la Argentina, donde ya había operado en los tiempos del general Lanusse mediante un operativo llamado “Gianoglio” para facilitar el retorno de Perón.

A Gotti Tedeschi se le encomendó una misión casi imposible y sólo permaneció tres años al frente del Instituto para las Obras de Religión. Fue despedido de forma fulminante en 2012 por supuestas “irregularidades en su gestión”. Entre otras irregularidades, la fiscalía de Roma descubrió un giro sospechoso de 30 millones de dólares entre el Banco del Vaticano y el Credito Artigiano. La transferencia se hizo desde una cuenta abierta en el Credito Artigiano pero bloqueada por la Justicia a causa de su falta de transferencia. Tedeschi salió del banco pocas horas después de que se detuviera al mayordomo del Papa y justo cuando el Vaticano estaba siendo investigado por supuesta violación de las normas contra el blanqueo de capitales. En realidad, su expulsión constituye otro episodio de la guerra entre facciones. En cuanto se hizo cargo del puesto, Tedeschi empezó a elaborar un informe secreto donde consignó lo que fue descubriendo: cuentas cifradas donde se escondía dinero sucio de “políticos, intermediarios, constructores y altos funcionarios del Estado”. Hasta Matteo Messina Denaro, el nuevo jefe de la Cosa Nostra, tenía su dinero en el IOR. Allí empezó el infortunio de Tedeschi. Quienes conocen bien el Vaticano alegan que el banquero amigo del Papa fue víctima de un complot armado por consejeros del banco con el respaldo del secretario de Estado, monseñor Bertone, un enemigo personal de Tedeschi y responsable de la comisión cardenalicia que vigila el funcionamiento del banco. Su destitución vino acompañada por la difusión de un “documento” que lo vinculaba con la fuga de documentos robados al Papa.

Más que las querellas teológicas, es el dinero y las sucias cuentas del Banco del Vaticano lo que parecen componer la trama de la inédita renuncia del Papa. Un nido de cuervos pedófilos, complotistas reaccionarios y ladrones, sedientos de poder, impunes y capaces de todo con tal de defender su facción, la jerarquía católica ha dejado una imagen terrible de su proceso de descomposición moral. Nada muy distinto al mundo en el que vivimos: corrupción, capitalismo suicida, protección de los privilegiados, circuitos de poder que se autoalimentan y protegen, el Vaticano no es más que un reflejo puntual de la propia decadencia del sistema.

16/2/2013



LA RENUNCIA DEL PAPA MUESTRA LA DESCOMPOSICIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA

Ria Novosti
18-02-2013

El fenómeno vital humano tiene dos caras –la biológica y la espiritual– y está sometido,  por tanto, a dos  poderes distintos
José Ortega y Gasset 

La abrupta renuncia del Papa Benedicto XVI  (Joseph Ratzinger) sorprendió y  consternó, no sólo a los 1.200 millones de  católicos, sino al mundo entero porque las renuncias de papas sucedieron raras veces  en los anales  del catolicismo.

La presente es  la séptima abdicación en la historia de la Iglesia Católica  fundada en el año  33 d.C...  El último en renunciar al pontificado fue Gregorio XII en 1415. En el documento de su renuncia Benedicto XVI explicó que ha llegado a la convicción de que “por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio a mi cargo”. Sin embargo, hay serias dudas respecto los entretelones de su renuncia.

Lo curioso  fue que el mismo día después de anunciar Benedicto XVI su dimisión un rayo golpeó  la cúpula de la Basílica de San Pedro en el Vaticano desatándose una ola de rumores  sobre una señal de descontento que estaría mandando Dios o  insinuando la posibilidad de una conspiración utilizando el Proyecto norteamericano H.A.R.P. (High Frequency  Active Auroral  Research Program – Sistema para Modificar y Controlar el Clima, Tiempo e Ionosfera).

Aparte de todas las ideas que siempre ofrece la teoría de la conspiración, la posibilidad de la renuncia ya fue anticipada por el pontífice en una entrevista que fue concedida a un periodista católico alemán, Peter Seewald y reproducida el año 2010 en su libro “Luz del Mundo: el Papa, la Iglesia y los Signos de nuestro Tiempo”.

Allí Benedicto XVI expresó de que “cuando un Papa alcanza la clara conciencia de no estar bien física y espiritualmente para llevar adelante el encargo confiado, entonces tiene derecho en algunas circunstancias y también el deber de dimitir”. También en la curia romana se rumoreaba sobre esta posibilidad después del viaje que realizó el Sumo Pontífice a Cuba y México el año pasado.

Los defensores del Papa explican a la vez que  los motivos reales de su renuncia no hayan sido su salud y edad, sino descarnadas luchas por el poder en el Vaticano  y las permanentes intrigas de los burócratas que visten sotana que obstaculizaron todos sus intentos de limpiar la institución.

Como escribió el periodista Pablo Ordaz desde Roma “el Papa estaba rodeado por los lobos y, los lobos aunque se vistan de púrpura se excitan con la sangre”.

Lo que no menciona Ordaz  es que el mismo Joseph Ratzinger ha sido parte de esta manada desde 1981 y sabía perfectamente cómo funciona. Los secretos, chismes, intrigas, ambiciones, negocios sucios, homosexualismo y corrupción en la Santa Sede, involucrando a  monseñores, obispos y cardenales fueron divulgadas en el libro “Via col Vento in Vaticano” (“Lo que el Viento se llevó en el Vaticano”) y uno de sus autores el obispo Luigi Marinelli fue procesado por el Vaticano.

Siendo Benedicto XVI “una de las mentes más lúcidas y grandes en la Iglesia Católica”, según Peter Seewald, no podría no haber sabido los entretelones de su institución. Precisamente ese conocimiento  le ayudó  a escalar en la  jerarquía eclesiástica rápidamente. A los 14 años siendo seminarista fue obligado a ser miembro de la  Juventud Hitleriana y posteriormente tuvo que servir en el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial en el destacamento de defensa aérea.

Terminada la guerra prosiguió sus estudios de teología en varias universidades alemanas y posteriormente se dedicó a la carrera académica, abrazando muchas ideas progresistas las que cambió abruptamente después de la rebelión de los estudiantes en Europa en 1968.

Supo combinar su trabajo académico con el pastoral y en 1977 fue nombrado arzobispo de Munich y Freising convirtiéndose en cardenal, cuyo sobrenombre era “Panzercardenal” en alusión al tanque alemán de la Segunda Guerra Mundial caracterizado por la maniobrabilidad,  precisión y velocidad en el ataque. Seguro que estas cualidades del cardenal Ratzinger en defensa de las tradiciones ortodoxas y conservadoras de la Iglesia Católica fueron tomadas en cuenta por el Papa Juan Pablo II pues en 1981 lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quien en la época medieval llamaban el “Gran Inquisidor”.

Muy pronto se le agregó otro apodo el “Rottweiler de Dios” por sus  ataques a los sacerdotes, teólogos y laicos que querían acercar la Iglesia a los tiempos modernos y especialmente abrazar la defensa del ser humano frente a la injusticia social, desigualdad y el hambre.
De acuerdo a uno de sus estudiantes de teología, Leonardo Boff, el cardenal Ratzinger, siempre era nostálgico de las posiciones reaccionarias,  “teniendo la imagen de una Iglesia de mucha liturgia, mucho latín, mucho incienso, mucha piedad. No es la imagen de una Iglesia de compromiso en la sociedad y en el mundo, sino de una Iglesia fortaleza que se defiende contra los riesgos del mundo, es una nostalgia de la Iglesia que ya no existe”.

Sin embargo, la piedad del cardenal Ratzinger se quedaba enclaustrada dentro de las paredes del templo tradicional mientras era despiadado contra todo y todos los que desde su punto dogmático podrían hacer resquebrajar  la armonía forzada de su templo espiritual artificialmente construido y ajeno al mundo contemporáneo.
Los sacerdotes latinoamericanos que en los años 1960 -  1980, período de las dictaduras militares y represión, crearon una corriente de pensamiento progresista llamada la Teología de la Liberación, fueron perseguidos sin piedad por el Gran Inquisidor Ratzinger.

Cuando el teólogo brasileño Leonardo Boff declaró que la Iglesia Católica no había comprendido al Jesús histórico, el prefecto Ratzinger le exigió silencio durante un año.  No podía aceptar la idea de la Teología de la liberación de que no hay que esperar el paraíso en la tierra sino habría que construirlo en la tierra.

El 23 de  noviembre de 1984 se hizo pública una “instrucción” sobre aspectos condenables de la Teología de la Liberación, que según el Gran Inquisidor exaltaba básicamente la contaminación marxista en el pensamiento teológico latinoamericano.

Para  el inquisidor Ratzinger,  el paraíso tenía que ser inamovible en el cielo mientras que en la tierra habría que seguir sufriendo para que después de la muerte se halle la paz eterna. Los teólogos que se atrevían a discernir y buscar nuevas fronteras de felicidad han sido perseguidos por el Vaticano y sus libros han sido duramente criticados y no aconsejados para la lectura.

Entre ellos figuraban “La pedagogía del Oprimido” de Paolo Freire, “Teología de la Liberación” de Gustavo Gutiérrez y “para una Ética de liberación Latinoamericana” de Enrique Dussel.

También durante su prefectura se exigió silencio de prominentes figuras de esta corriente del pensamiento como Hélder Cámara, Oscar Arnulfo Romero, Leonidas Proaño, José María Pires, Raúl Silva Enríquez, Ernesto Cardenal y muchos otros Mientras el cardenal Ratzinger y posteriormente el mismo en calidad de Papa no dudaba en utilizar mano dura contra cualquier exponente no solamente de las ideas progresistas sino liberales, pero irónicamente era blando con los corruptos.

Es muy sabido que no dudó en proteger al arzobispo Paul Marcinkus, hombre de confianza del Papa Juan Pablo II envuelto en el escándalo financiero del banco Ambrosiano, cuyo director Roberto Calvi, llamado “Banquero de Dios” era hombre clave de enlace con la mafia italiana y con la logia masónica P-2, fue encontrado colgado bajo un puente lo que fue considerado como un suicidio.

Los escándalos siguen y actualmente un confidente de Benedicto XVI y ex director del Banco de Vaticano, Gotti Tedeschi está en la cárcel acusado de lavado de dinero.

Lo más escandaloso de su gestión como Papa fue que tampoco aplicó  mano dura contra los curas pedófilos que están llevando a la iglesia a la quiebra.

En una carta enviada a los católicos irlandeses el Pontífice, que prometió ante la tumba de Juan Pablo II “limpiar la iglesia de la suciedad” comentó refiriéndose a un caso de pedofilia que allí hubo  “expresión de una  santidad insuficiente más que un producto  de procedimientos defectivos”.

Fue este Papa quien protegió al fundador de la Legión del Cristo, Marcial Maciel acusado de un sistemático abuso sexual de niños y jóvenes. También dio su apoyo al cardenal de Los Angeles, Roger Mahony por ocultar denuncias contra 124 sacerdotes acusados de abusos sexuales a 500 niños y jóvenes. La iglesia tuvo que indemnizar a las víctimas con 660 millones de dólares, es decir 1.200.000  a cada uno.

Actualmente una organización de apoyo llamada la Red de Supervivientes de Personas Abusadas por Sacerdotes (SNAP) presentó una demanda contra el Vaticano  por su  “participación en el encubrimiento generalizado y sistemático de violaciones y crímenes sexuales” contra niños en todo el mundo. Según estudios de la SNAP hay 100.000 víctimas menores de edad sólo en  Estados Unidos y no se sabe cuántos han pasado por vejaciones en el resto del mundo.

Si  los datos son ciertos, referente a Norteamérica, entonces la iglesia Católica estadounidense tendrá que pagar 132 mil millones de dólares en indemnización.

Todos estos escándalos y los nuevos divulgados por el mayordomo del Santo Padre, Paolo Gabriele, bautizados como Vatileaks explican claramente las causas de una masiva fuga de los creyentes católicos que son automáticamente absorbidos por las corrientes  budistas, musulmanes, protestantes, ateístas, evangélicas etc.

En el mismo Estados Unidos las donaciones a la Iglesia Católica disminuyeron en los últimos cinco años de 12 mil millones al año a un seis mil millones. En el país más grande católico en el mundo, Brasil, el porcentaje de creyentes bajó en los últimos cinco años del 73.9 por ciento al 68.4 por ciento y en México, segundo país católico en el mundo sucede prácticamente lo mismo.

Mientras tanto el Papa  en vez de ir a la base del catolicismo – a sus feligreses identificándose con sus problemas, restituyendo la labor pastoral y el trabajo apostólico,  busca el apoyo entre los ricos y poderosos. Nombró como su asesor financiero al Director no Ejecutivo de Goldman Sachs, Peter Sutherland y su asesor geopolítico es uno de los “halcones” del ex presidente George W. Bush, Paul Wolfowitz,  uno de los más ardientes promotores de la guerra preventiva que destruyó a Irak y Afganistán.

Con los asesores de este tipo y con los aliados reaccionarios incondicionales como Opus Dei, Los Legionarios de Cristo, Movimiento Comunión y Liberación  y  alejándose cada vez más de sus feligreses, la Iglesia Católica se está condenando a la desaparición.

Quizás la “mente más lúcida de la Iglesia” lo haya percibido finalmente y decidió retirarse a tiempo porque como decía José Ortega y Gasset,  frecuentemente al atreverse el hombre  “a mirar dentro de sí, se le nubla la vista y padece vértigo”.  


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