lunes, 13 de mayo de 2013

EN MEMORIA DE DON EMILIO CHOY MA



Callao 1915/Callao 1976

1.     DON EMILIO Y LA REVISTA CAMPESINO.-  Quienes conformamos el grupo que publicó la revista Campesino nos unía –entre otros aspectos- el respeto y la admiración por don Emilio.  Su muerte fue para nosotros una terrible sorpresa.  Nunca nos imaginamos que fuese mortal, tal era nuestra admiración.

Hace diez años cuando tuvimos la idea de sacar una revista a mimeógrafo dedicada al campesinado, se la comunicamos a Don Emilio: quien era un escritor fecundo y un experimentado cultor de la agonística.  Esa idea se plasmó en el primer número de la revista gracias a su actitud animosa y afirmativa y al otorgamiento de un préstamo “condicionado” de seis mil soles.   La condición que nos impuso fue la devolución del dinero en el caso que la revista dejara de aparecer.  También contribuyó como escritor y nos preciamos de haber registrado en las páginas de Campesino su acerada pluma.

2.     SU FORMACIÓN INTELECTUAL.-Objetivo.-  Reafirmar el pensamiento de Mariátegui fue el objetivo de su vida.  En la realización de ese objetivo aprovechó al máximo su condición de autodidacta y se preservó de la deformación academicista.  (Solamente cursó un par de años de Secundaria comercial en el antiguo High school del Callao.  Sus estudios se truncaron al quedar huérfano).

Permanentemente adquiría conocimientos.  Sabía sacarle provecho a las conversaciones con personas comunes y corrientes al informarse de sus experiencias de trabajo.  Hasta el cine –según el mismo decía-  le brindaba conocimientos tan solo por mostrarle una ciudad, un paisaje o un país.

Su formación fue integral.  Adquiría conocimientos de las ciencias histórico/sociales y de las ciencias físico/naturales y estaba informado de sus desarrollos.  Sus conocimientos fueron enciclopédicos y unitarios.  Unitarios bajo la concepción marxista.  Esta inquietud por abarcar múltiples conocimientos es el signo positivo del formado por sí mismo; en contraposición a la formación universitaria.  Puesto que la universidad da (…) el tono sedante, sitúa el ímpetu dentro de las normas lógicas, atenúa y por fin tamiza al hombre[1].

Por la época que se iniciaba en el socialismo los libros de los clásicos del marxismo circulaban en forma restringida o clandestina. 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui era una edición prohibida.  Los pocos libros que se disponían fueron asimilados con avidez, como compensación a las limitaciones de aquella época.  Don Emilio bebió en las fuentes primigenias del marxismo.  En concordancia con su formación, propugnaba el estudio directo de los clásicos y adentrarse en la realidad nacional[2].

3.     SU MÉTODO DE TRABAJO.- Don Emilio distribuía su tiempo en forma planificada.  Se había habituado a estudiar desde muy temprano.  No era un hombre de hábitos nocturnos.  Sus tareas cotidianas más importantes las realizaba en las mañanas.  Nos recomendaba que si lo llamábamos por teléfono, lo hiciéramos en la tarde. Los sábados y domingos visitaba  a sus amigos y asistía al cine.  De lunes a viernes se ocupaba de su trabajo intelectual y de administrar sus negocios.  Su experiencia en el mundo de los negocios le permitió desarrollar gran habilidad para los cálculos económicos.  Sus estudios evidencian una estrecha relación con la realidad.  Fue un teórico que se movió con facilidad entre las abstracciones conceptuales y el manejo de información concreta.

Entre las técnicas de estudio, desechó el empleo de fichas, tal como lo hicieron los fundadores del socialismo científico.  Posiblemente consideraría que de esa manera se fragmentaba el conocimiento, perdiendo su vivacidad.  En cambio, para tomar notas y registrar sus ideas empleaba cuadernos.  Lo mismo que para hacer resúmenes de libros o artículos. Tenía experiencia en la utilización de fuentes primarias en los trabajos de historia, también en el manejo de técnicas para los estudios de arqueología y antropología física.

Utilizaba con amplitud las fuentes de información de las instituciones norteamericanas y del gobierno peruano.  Además, estaba conectado a los canales de información de los países socialistas.  Para obtener datos y mantenerse informado se le veía en los lugares más diversos.  Así, durante el gobierno del general Velasco concurría los días viernes a las exposiciones que se efectuaban en el Instituto de Estudios e Investigación en Cooperativismo (INDEICOOP) para enterarse de los proyectos del régimen[3].  Igualmente, se le hubiera encontrado en el local de la Asociación de ingenieros de minas escuchando un ciclo de charlas.

En una época de rápidos cambios y de abundante producción de datos, le daba gran importancia a las revistas para captar información de actualidad.  Estuvo suscrito a varias revistas, especialmente norteamericanas, ya que el imperialismo yanqui concentra y maneja información a escala mundial.  Por ello, ningún acontecimiento político lo tomaba desprevenido.

Cuando concluía una investigación o cuando estaba por terminarla, elaboraba una representación gráfica de la misma sobre un gran pliego de papel, logrando sintetizarla y expresar el movimiento del proceso.  (No provocaba cierta hilaridad ver a don Emilio con sus preciados rollos de papel bajo el brazo).

Sus trabajos los redactaba en forma cristalina, directa y exacta.  Apeló al uso de alegorías para caracterizar irónicamente a los encapuchados ideólogos del capitalismo y con fines didácticos.  Nunca se emboscó en términos ambiguos ni en subterfugios; mostraba su posición tajantemente.  Esta forma de expresarse facilitaba la confrontación ideológica y era, a la vez, una incitación.  A Don Emilio le debemos el mérito de haber incorporado como arma contundente en la lucha ideológica el lenguaje vital y descarnado del pueblo[4].

Sus investigaciones fueron personales, nunca formó parte de un equipo de investigadores.  Ni nunca se hizo asalariar para investigar.  Se mantuvo fuera del mercado de trabajo intelectual.  Con sus propios recursos hizo avanzar el pensamiento marxista en el Perú.  Consideraba lo más importante para realizar una investigación:  la convicción del objetivo y la interiorización de los principios metodológicos.

4.     QUE HACIA CON SUS CONOCIMIENTOS.- Lo avanzado de sus conocimientos científicos de la realidad nacional y sus convicciones políticas ponían a don Emilio en situación de exigir la nacionalización de las grandes  empresas extranjeras que explotaban nuestra economía y depredaban nuestros recursos naturales.  Igualmente, protestaba cuando el Gobierno a través de contratos y concesiones entregaba parte de nuestro país a la voracidad de empresas extranjeras.  Entonces su firma rubricaba los comunicados y manifiestos dirigidos a las autoridades y a la opinión pública para pedir la anulación de los contratos y la asunción de nuestros principales recurso por el Estado.

Don Emilio fue un vigía en permanente estado de alerta para detectar la penetración ideológica del imperialismo yanqui y sus planes de sojuzgamiento cultural.  Junto con el eminente lingüista Alfredo Torero han sido los opositores más serios a la permanencia en el Perú del Instituto Lingüístico de Verano.  Así mismo, innumerables veces han puesto al descubierto a los agentes del imperialismo que bajo el camuflaje de ayuda técnica, investigaciones sociales, etc., operaban en nuestra patria.

En la época del boom de las ciencias sociales en América latina, cuando las luminarias de la CEPAL –y de otras instituciones- fueron promovidas inusitadamente y cuando sus “teorías” –ahora llamadas dependentistas, circulacionista- fueron hasta incorporadas como tesis programáticas de partidos pequeño burgueses de izquierda, Don Emilio con el escalpelo de su crítica llegaba a determinar la falsedad de sus supuestos.  También criticó severamente la divulgación del marxismo en los medios pequeño burgueses  a través de la labor catequística de Martha Harnecker.  En Lima, cada vez que una luminaria de la sociología latinoamericana dictaba una conferencia, el local se colmaba de jóvenes universitarios que consideraban un privilegio escuchar a los Sumos Pontífices; allí aparecía don Emilio  para criticar la concepción, la metodología y, a veces, hasta los datos. De esta manera, desconcertaba tanto a los expositores como al público asistente.  Las palabras de Don Emilio, en esos auditorios, resonaban a un sacrilegio[5].

Don Emilio asistía con la puntualidad y responsabilidad del militante de la ciencia al Instituto de Estudios Peruanos en donde se organizaban eventos académicos y se reunía la elite intelectual limeña; con sus intervenciones, desde el llano, ponía en aprietos a los expositores y organizadores de dichos eventos.  Uno de los expositores europeos que recuerdo fue el antropólogo marxista Maurice Godelier.  En el Instituto de Estudios Peruanos trataban a Don Emilio con una actitud de suficiencia y condescendencia finamente disimulada. Don Emilio con sus críticas fue un paladín solitario en la lucha por evitar la contaminación de la ciencia; y el confusionismo en la consecución del objetivo estratégico.

Sus conocimientos y fuentes de consulta los ponía a disposición de cualquier persona que se lo requería. Con esta actitud, rompía con el elitismo y el monopolio de la información.  Consecuente con esa actitud, invitaba al chifa tanto a jóvenes estudiantes sanmarquinos y a figuras consagradas mundialmente como los historiadores Eric Hobsbawm y Pierre Vilar; luego de sus conferencias en la universidad de San Marcos. 

Era con los jóvenes con quien se sentía más a gusto.  Pero, ello no era óbice para que se enfrascara en largas discusiones si algún joven universitario sostuviera posiciones discrepantes con él; Don Emilio no lo menospreciaba por su calidad de novicio ni trataba de espulgar sus conocimientos con el fin de intimidarlo.  Además de poner argumentos en la discusión, revelaba cómo había arribado a las conclusiones que afirmaba.  Solamente una vez vimos a Don Emilio apelar al criterio de autoridad; fue ante la contumacia de un estudiante que tenía todos los visos de llegar a ser un intelectual de relumbrón.

Su calidad de maestro se revelaba con nitidez en las conversaciones informales.  En ellas se prodigaba generosamente, transmitiendo sus concepciones, hallazgos y filones para investigar.  Ha sucedido que algunos intelectuales inescrupulosos han “tomado” ideas de don Emilio para insertarlas en sus propias publicaciones como si originariamente fueran de ellos.  Una notable excepción lo constituye Alfredo Torero, que como aprecio y reconocimiento al amigo, ha consignado la información e ideas que le debe a Don Emilio en el primer trabajo de lingüística peruana:  El quechua y la Historia social andina.

5.     DON EMILIO Y SUS AMIGOS.- Don Emilio fue sencillo y generoso.  Poco a poco en el proceso de la amistad, iba revelando con delicadeza sus conocimientos y uno iba percatándose de sus inagotables cualidades.  En las conversaciones cotidianas, o cuando recién conocía a una persona, no provocaba tratar temas trascendentes que él dominaba para lucirse.  Su gran respeto por las personas y su ingente riqueza interior le permitieron trabar relación con personas de diferentes edades, cultura y condiciones sociales.  Por eso es que acudíamos donde él cuando teníamos algún conflicto emocional.

La historiografía peruana no sólo ha recibido aportes directos de Don Emilio, sino también indirectos.  Nos atrevemos a afirmar que para el historiador Pablo Macera ha sido muy provechosa la amistad con Don Emilio.  Conocimos a Macera cuando estudiábamos en la universidad de San Marcos y nos percatamos rápidamente de su personalidad sensitiva y exuberante; observando, con alegría, su evolución ideológica cuando dictó el curso de Historia Económica.  Estamos seguros que no ha estado ajeno a esa evolución Don Emilio; quien se haría presente –como diestro cultivador de la amistad- en los momentos de mayores conflictos interiores de Macera.  Ello se puede intuir de una hermosa frase que le escuchara a Don Emilio y que Macera la recuerda en un artículo que escribiera en homenaje a don Emilio, luego de su fallecimiento:

Nunca es más oscura la noche que antes de amanecer[6]

Don Emilio simpatizaba con cualquier persona honrada y con ideales; aunque no tuviera una posición revolucionaria.  Pero, esa persona no quedaba inmunizada para recibir una severa crítica si se lo merecía.  De John Murra se refería con simpatía, pero criticó la teoría del intercambio de pisos ecológicos, arguyendo el desfase histórico y el obviar las contradicciones sociales.

Con las personas que trababa amistad ejercía una gran autoridad moral.  No solamente por su disciplina en el estudio o por su rigurosidad de su metodología; sino, sobre todo, porque se tomaba en cuenta su severa censura al oportunismo e inconsecuencia: que, algunas veces lo expresa con ironía mordaz.  Ese estilo lo usaba especialmente cuando algún amigo lograba ocupar un puesto de autoridad o cuando incrementaba notablemente sus bienes patrimoniales y, consecuentemente, mudaba de posición ideológica.  Don Emilio advertía con las tentadoras becas al extranjero y los apetecibles grant de las fundaciones Ford y Rockefeller y los altos puestos en el Estado como medios de comprar conciencias y apartarse del camino de la ciencia.
En estos momentos de crisis generalizada cuanta falta nos hace Don Emilio para mostrar un derrotero.  Con su muerte no sólo hemos perdido un científico; sino un sabio que pautaba nuestra conducta moral.

6.     NUESTRO DEBER PARA CON DON EMILIO.- Fiel a sus convicciones marxistas nunca escribió por gusto.  La lucha fue su elemento y es ahí donde se revelaban mejor sus facultades.  Siendo también por razones de lucha ideológica que su obra no es difundida.

En el futuro, conforme las fuerzas sociales que empujan la Historia en sentido del progreso ganen terreno en nuestra patria, la figura de Don Emilio se agigantará y su personalidad servirá de ejemplo a la juventud.
Con la muerte de don Emilio sentimos que algo de nosotros se ha ido. ¡Admitamos que don Emilio ha muerto y redoblemos nuestros esfuerzos por plasmar sus ideales que son los nuestros!

Antonio Rengifo Balarezo

Campesino. Revista a mimeógrafo. Nº 7
Lima 1977
pp. 89/94.-



[1] CHURATA, Gamaniel: Elogio de José Carlos Mariátegui. Amauta, revista nº 32. Lima, agosto/setiembre de 1930.
[2] Quisiera manifestar, que para nosotros, que lo estimábamos, nos era difícil -en ese entonces- comprenderlo plenamente.  Ya que al ingresar a la universidad de San Marcos, estuvimos influidos por los manuales de la Unión soviética y los novísimos libros europeo, especialmente franceses, recomendados por algunos profesores que pertenecían a las filas del partido Social progresista como el ingeniero Jorge Bravo Bresani, economista.
[3] Por esos años, el enorme aparato propagandístico oficial restringió en Lima las actividades culturales independientes.  Y una buena parte de la intelectualidad fue captada por el régimen de las FF.AA. Los principales animadores del INDEICOOP fueron Jaime Llosa Larraburre, asesor de SINAMOS y Gerardo Cárdenas, asesor de CENCIRA.
[4]  Desde niño aprendió la agilidad mental y os giros propios del pueblo por haber mataperreado en la mar brava y en los potreros del Callao.
[5] Hace ya algunos años, cuando le hablé de don Emilio a un joven amigo; éste me contó que cuando recién ingresó a la universidad Nacional de Ingeniería asistió a una mesa redonda en el auditórium de la Facultad de Arquitectura donde exponían –y se exponían- algunas “vedettes” de las ciencias sociales latinoamericanas; se sintió perturbado cuando un hombre de pequeña estatura, algo despeinado y con una ropa modesta había hecho uso de la palabra sin ningún protocolo y con ademanes enérgicos se había atrevido a contradecir tajantemente a los “omniscientes” investigadores de organismos internacionales. Por ello creyó que ese hombre era un loco que por casualidad, en su caminar errático, se había metido en el auditorio.
[6] El Comercio. Diario. Suplemento dominical. Lima

2 comentarios:

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