miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL "EFECTO PROPIEDAD" NO EXISTE EN LAS SOCIEDADES DE CAZADORES-RECOLECTORES


Siglos de teoría económica se han basado en una premisa muy simple: Cuando se debe elegir entre dos objetos, las personas toman una decisión racional y eligen el que valoran más. Pero, tal como ocurre con muchas premisas simples acerca de la racionalidad del Ser Humano, en la práctica muchas veces no se cumple.

Hay cuantiosos factores psicológicos que influyen sobre las decisiones de esa clase. Uno de ellos es lo que podría definirse como "Efecto Propiedad", y es que el mero hecho de pasar a ser propietario de algo eleva el valor que ese objeto tiene para su dueño. Este efecto tiene cierta relación con el conocido como "efecto certidumbre" y que es la tendencia a optar por una ganancia modesta pero más segura que por una ganancia mejor pero más insegura, aún cuando los cálculos puros y duros señalen a la segunda opción como la más conveniente. Esta aversión al riesgo se podría resumir con el refrán "Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer".

Un experimento clásico sobre el Efecto Propiedad consiste en dar a los participantes uno de dos objetos, de igual valor, y preguntarles entonces si quieren cambiarlo por el otro. Puesto que el primer objeto se elige al azar, debería haber un 50 por ciento de posibilidades de que los participantes recibieran inicialmente el elemento que más podría gustarles y otro 50 por ciento de probabilidades de que prefiriesen cambiarlo. Lo que ocurre, sin embargo, es que la gente acepta el trueque en un porcentaje de ocasiones muy inferior al 50 por ciento; en algunos casos es de solo un 10 por ciento. El mero hecho de sentirse propietario de un objeto hace a éste más valioso para su dueño.

A fin de investigar si este efecto, tan enraizado en las sociedades modernas, existía antes de que la humanidad adoptase la agricultura, la ganadería y el sedentarismo como estilo de vida, y en consecuencia la condición de "propietario" comenzara a cobrar fuerza en la mentalidad humana, el equipo de la psicóloga y antropóloga Coren Apicella, profesora en la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, y Eduardo Azevedo, profesor en la Escuela de Negocios Wharton de dicha universidad estadounidense, recurrió a los hadza, una tribu de Tanzania que es uno de los últimos grupos de cazadores-recolectores que quedan en el mundo. Dado que en bastantes aspectos los hadza viven de la forma que era típica en el resto de la humanidad antes de la agricultura, pueden servir como una ventana virtual hacia el pasado de la humanidad.

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Izquierda: Coren Apicella sentada con mujeres y niños hadza en Tanzania. Derecha: Apicella le propone a un sujeto de estudio un trueque entre dos paquetes de galletas. (Fotos: Eduardo Azevedo)

Apicella es además una buena conocedora de ese fascinante grupo humano, y ha hecho anteriormente investigaciones antropológicas de campo sobre aspectos de la conducta de los hadza que podrían extrapolarse al pasado de la humanidad. Por ejemplo, en un estudio sobre el cual los redactores de NCYT de Amazings escribimos un artículo (http://www.amazings.com/ciencia/noticias/071107c.html) publicado el 7 de noviembre de 2007, Apicella exploró la cuestión del dimorfismo vocal en el pasado de la humanidad, a través de los hadza, comprobando que en estos el tono de la voz permite predecir el éxito reproductivo de los varones. Ya se sabe que las voces masculinas graves son percibidas por las mujeres como más viriles y gustan más. La cuestión, que se aclaró bastante con aquel estudio, era si en el pasado lejano la diferencia entre la voz masculina y la femenina era mucho menor, y la selección natural favoreció a los hombres con voz grave, haciéndolos mucho más presentes en la población de lo que lo estaban al principio.

En el aspecto explorado en la nueva investigación, el de la influencia del "Efecto Propiedad", los hadza resultan idóneos porque viven en pequeños campamentos nómadas, con lo cual el concepto de "propiedad" aplicado a un terreno está poco desarrollado en el individuo. Además, comparten de manera comunal casi todas sus posesiones.

El área del norte de Tanzania donde viven los hadza ofrece un modo natural de investigar más profundamente el papel de la cultura en la transmisión de esta tendencia, dado que un gran lago separa algunos campamentos, aunque no todos, de un poblado cercano. La gente que vive en los campamentos en el lado más cercano del lago tiene interacciones mucho más frecuentes con los turistas y el comercio, y a menudo compra productos en las tiendas del poblado, y vende vasijas y flechas a los visitantes.

Los investigadores realizaron versiones del experimento del Efecto Propiedad con los habitantes de varios campamentos diferentes, y compararon los resultados.

Con el fin de evitar la influencia de objetos que pudieran ser más o menos valiosos en el entorno en el que viven los hadza, los investigadores prepararon los experimentos de modo que los participantes eligiesen entre objetos que tenían diferencias meramente estéticas en lo básico. A los participantes se les dio un paquete de galletas, con la opción de cambiarlas por un paquete de otro sabor, o se les dio un encendedor, con la opción de cambiarlo por otro de color diferente. También se aseguraron de que los participantes supieran que la variedad del objeto que recibían al principio se había elegido al azar. En algunos experimentos, los participantes tuvieron que sostener en sus manos el objeto antes de que se les diese la opción de cambiarlo por otro de una variedad distinta, y en otros no se les hacía entrega física de ese primer objeto.

El resultado fue que los hadza más aislados intercambiaron objetos cerca de un 50 por ciento de las veces, “lo cual es lo que harían las personas actuando de manera exclusivamente racional”, apunta Azevedo. En cambio, los hadza cercanos al poblado intercambiaron el objeto solo un 25 por ciento de las veces, lo cual está mucho más cerca del porcentaje típico de aceptación de hacer un trueque que se da en la gente del resto del mundo. Por tanto, todo apunta a que el "Efecto Propiedad" no existía en la humanidad antes del surgimiento de la agricultura, la ganadería y la vida sedentaria, cuando nuestros ancestros eran cazadores-recolectores de vida esencialmente nómada, como lo son hoy en día los hadza.

En la investigación también han trabajado Nicholas Christakis de la Universidad Yale en New Haven, Connecticut, y James Fowler de la Universidad de California en San Diego, ambas instituciones en Estados Unidos.

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