jueves, 4 de febrero de 2016

CARNAVAL DE ANTAÑO




Los protagonistas de las vacaciones de mi infancia son los carnavales. No importa cómo coloque los recuerdos, de frente o de cabeza. Es inevitable tener siete años e ir de la mano de mi mamá hasta la calle Callao, a ver a centenares de personas reunirse en un maremoto de carcajadas, música, colores, chisguetes, globos de agua y pica pica. No era el carnaval de Río o Barranquilla, pero la gente era feliz. Se daba rienda suelta a una fiesta donde por un instante, sin distinción de credo o clase social, todos olvidaban sus problemas. Mi mamá reposaba sus manos en mis hombros y me colocaba delante de ella para que viera el espectáculo en primera fila. Ño Carnavalón había fallecido. En medio de todos, un cajón de color negro, improvisado, aparecía cargado por cuatro robustos hombres. Nos movíamos a un costado de la vereda, mientras el cortejo de dolientes avanzaba por la pista. Y en medio de todos, una mujer que de tanto en tanto estallaba en llanto tapándose el rostro. Era la viuda. Una morena alta de impresionantes pestañas, contorneándose con picardía, mientras de reojo pasaba revista entre los presentes, a un próximo candidato a esposo. Se daba lectura al testamento y largos aplausos festejaban las "herencias" a cada una de las autoridades. Yo apenas entendía, pero el sarcasmo y la ironía, al parecer, no se olvidaba de ningún nombre. Finalizado el testamento, el baile de la viuda iba al compás de "la múcura está en el suelo, ay mamá no puedo con ella". Y ahí estaba ella, sobre altos tacones, moviendo los hombros, extendiendo los brazos hacia arriba, moviendo la cintura, girando sobre sí misma. De mi costado, alguien le gritaba en medio de los aplausos "¡está bien despachada la viuda!" y todos estallaban en carcajadas. Ella volteaba, le enviaba un beso con la mano y seguía bailando. A los más chicos nos daban chisguetes y pica pica. A los más grandes, se les veía pasar de mano en mano y sin peaje, las cervezas. Y todo era risa. Hasta los vendedores ambulantes que pasaban por tu costado, traían puesto el antifaz. Caray, esos eran los carnavales de mi infancia.

Sé que este año la municipalidad provincial, en distintas fechas, no sólo recreará los Carnavales de Antaño: también celebrará otro tipo de costumbres más ancestrales, como el "Martes de challa", ritual donde se agradece a la Pachamama, hacedora de vida, todos los beneficios y alimentos que nos dio la tierra. O aún más cerca, el "Jueves de Compadres y Comadres" donde cada persona elige a su compadre o comadre y le obsequia una canasta con los mejores productos de la región en un gesto de amistad. Pero también habrá convite de carnaval, danzas, coplas y reinas.

Entre todas las fechas, espero con ansias el Carnaval de Antaño. Le porfiaré al tiempo y otra vez tendré siete años. Llegaré a casa con harina rosada en el rostro y mi mamá me dirá mientras me cambio de ropa: "Sabías que la viuda era un varón disfrazado de mujer, ¿verdad?" Y yo me quedaré pasmada, con la boca abierta.

Disparar fotos a los recuerdos, es llenar el corazón de imágenes. Capturar tu inocencia y tu alegría en la retina. Y veintinueve años después, volverlos a vivir. 

Publicado por Getty Paco Morales


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