lunes, 9 de mayo de 2016

¿QUÉ DEBE HACER LA IZQUIERDA EN LA SEGUNDA VUELTA?





¿Qué debe hacer la izquierda en la segunda vuelta?
¡EL 5 DE JUNIO, EL FUJIMORISMO NO DEBE PASAR¡


Las fuerzas de izquierda consiguieron un sorprendente resultado en las elecciones del 10 de abril. Ninguno de los partidos y movimientos que integran el Frente Amplio calcularon que podían convertirse en la primera minoría parlamentaria. Los pronósticos de la mayoría de los que estaban fuera del FA, también eran pesimistas. Con estos antecedentes, es comprensible que la primera reacción en las fuerzas de izquierda haya sido de gran celebración por los resultados obtenidos, de entusiasmo desbordante por lo conseguido y de recrear la imaginación, ante todo en los planes estratégicos.

Sin embargo, ¿puede existir un futuro lleno de éxitos si la izquierda intenta abstraerse de la actual coyuntura y colocarse al margen de la segunda vuelta? ¿La izquierda puede ignorar el gran peligro que el fujimorismo gane la presidencia de la República el 5 de junio?

Los avances electorales importantes de la izquierda no pueden ocultar la derrota que ha sufrido el conjunto de las fuerzas democráticas, la victoria política de la derecha en general y del fujimorismo en particular, no puede llevarnos a dejar de ver la imperiosa necesidad de colocar en primer plano la tarea de luchar para impedir la victoria de Keiko Fujimori en la segunda vuelta.

En las elecciones del 2006 y 2011 -también de los años 2000 y 2001- las fuerzas sociales y políticas que luchaban por la democracia y el progreso consiguieron victorias importantes. En todas ellas se realizaron grandes movilizaciones de masas en contra de las fuerzas más reaccionarias y conservadoras, en especial en contra del fujimorismo. El pueblo consiguió triunfos indirectos y avanzó políticamente muy a pesar de que los protagonistas principales, las plataformas electorales y los candidatos no representaban a los trabajadores. Estos avances se desarrollaron en particular durante las elecciones del 2006 y 2011.

En relación a esos momentos históricos, el 10 de abril de este año la derecha explícita y neoliberal ha conseguido un triunfo casi abrumador e inocultable. El fujimorismo ha logrado una victoria política contundente.

En vista que las victorias democráticas -y hasta el triunfo de carácter popular del 2011- no se convirtieron en políticas de Estado y cambios, como esperaba el pueblo, este 2016 se ha producido un viraje hacia los partidos que defienden abiertamente el orden social vigente y el modelo neoliberal, y lo más grave, lo más peligroso, este viraje ha posibilitado el reactivamiento del fujimorismo.

El origen directo e inmediato de este viraje es la traición del nacionalismo al programa de la “gran transformación”, es la mediocridad del gobierno de Ollanta Humala y el aventurerismo egocéntrico de Nadine Heredia; es la conducta política de todos los nacionalistas que permitieron, casi hasta el final, que su partido y el gobierno conquistado por las fuerzas progresistas transitaran de las grandes promesas a la traición y a la mediocridad total, y se hundieran en las olas desencadenadas por las denuncias contra la corrupción de sus más altos niveles de dirección.

Los líderes principales del nacionalismo que se comprometieron con los grupos de poder, impulsados por sus múltiples y mezquinas aspiraciones personales, familiares y de grupo, al alejarse por completo de las bases de su partido y del electorado que los apoyo en los años 2006 y 2011, finalmente no tuvieron ninguna capacidad política para defenderse de la ofensiva mediática organizada por la gran burguesía y otras fuerzas reaccionarias en el tramo final de su gobierno. Tal ha sido la desorganización y la derrota sufrida por el nacionalismo, que no pudieron participar en estas elecciones generales; y ahora, tanto Humala como Nadine Heredia, se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad, pueden ser juzgados y hasta encarcelados.

En el viraje de las masas hacia la derecha también hay grandes responsabilidades de la izquierda. Pero este viraje no se explica porque en algunas de las coyunturas electorales la izquierda haya tomado la decisión de apoyar al “mal menor” -como hoy sugieren algunos-, sino porque no ha tenido la capacidad de comprender con mayor profundidad la realidad, porque no ha podido diseñar una política que organice la lucha coyuntural con un rumbo estratégico claro y definido. Las indefiniciones ideológicas sobre estos aspectos fundamentales de tipo estructural y coyuntural, en lo programático, estratégico y táctico, no permitieron a la izquierda superar su prolongada crisis que estalló a fines de la década del 80 e inicios del 90 del siglo pasado. Resolver estos problemas ideológicos es aún una tarea pendiente, que ante el avance de las fuerzas progresistas de izquierda, como se ha producido en la actual coyuntura electoral, exigen que se resuelvan apremiantemente.

Sin embargo, muy a pesar de todos sus problemas, la izquierda ha continuado luchando en los últimos lustros contra las fuerzas reaccionarias y conservadoras, en particular participó muy activamente en el movimiento democrático patriótico organizado en torno al Partido Nacionalista durante casi toda la primera década del presente siglo. La gran limitación histórica y política que tuvo la izquierda en todo este tiempo fue el de no organizarse como una fuerza política independiente del nacionalismo emergente. Su error no fue apoyar a Humala, en las elecciones del 2006 y 2011, sino en no haber desarrollado una organización que luche en todo momento con autonomía, que actúe con independencia cuando Ollanta llegó al poder, más aún, cuando había claras evidencias de su viraje hacia la derecha.

No cabe duda que estas indefiniciones permanentes de la izquierda, así como las conductas aventureras en su seno, también contribuyeron para el actual viraje de las masas hacia la derecha, para el reactivamiento del fujimorismo.

¿Qué hacer en la coyuntura actual?

Es fundamental que el conjunto de las fuerzas de izquierda trabajemos por avanzar en la unidad. En el momento actual lo más óptimo sería que el Frente Amplio se convierta en el gran frente único de todas las fuerzas progresistas de izquierda, y desde este espacio, juntos enfrentemos la lucha contra los enemigos históricos del pueblo y de nuestra Patria.

Es muy probable que los militantes y simpatizantes de izquierda, entusiasmados por los logros del 10 de abril, piensen y sientan que es posible conquistar cuanto antes la unidad. Pero de acuerdo a la situación concreta en la que se encuentran los partidos de izquierda, tanto los que están en el Frente Amplio como los de Unete, el proceso de unidad tomará su tiempo. No será nada fácil conquistar la ansiada unidad.

Tendrá que lucharse por la unidad de las fuerzas de izquierda con perseverancia e inteligencia, con una gran dosis de mutua tolerancia que posibilite crear un ambiente para el debate necesario que nos permita alcanzar nuevos niveles de unidad en las ideas fundamentales de carácter estratégico y programático, sin los cuales no es posible la lucha política y la acción práctica. Naturalmente este proceso de unidad también depende mucho de las tácticas que se asuman ante la coyuntura política.

¿La izquierda puede contentarse con celebrar los logros conseguidos el 10 de abril, puede encerrarse en sus estructuras partidarias para concentrarse en “organizar” las fuerzas para el 2018 y 2021? Sí se actúa así, después de todo lo avanzado en las recientes elecciones, seria profundizar todos los errores del pasado, es dejar las puertas abiertas para que los nuevos acontecimientos nos desborden.

En la actual lucha electoral, los que han pasado a la segunda vuelta, son partidos derechistas y neoliberales: el movimiento de PPK y Fuerza Popular liderada por Keiko Fujimori. Ante esta disyuntiva, en la izquierda se ha impuesto de facto la táctica de la neutralidad política. Unos plantean abiertamente el voto blanco o viciado y otros son partidarios del voto escondido por PPK.

Es completamente comprensible que se haya impuesto esta conducta política de cierta neutralidad. Es consecuencia directa de la experiencia frustrante de los últimos lustros, en particular de las decepciones engendradas por el nacionalismo. Pero comprender las causas de este estado de ánimo no significa justificar el error político serio que la mayoría de los partidos de la izquierda están cometiendo, que si se persiste puede ocasionar graves daños a los trabajadores, a los pueblos del Perú y al conjunto de nuestra Patria.

El 5 de junio Keiko Fujimori puede ganar la Presidencia de la Republica. De este modo puede controlar tanto el poder Ejecutivo como el Legislativo. La experiencia práctica de la década del 90 del siglo XX así como lo realizado por el fujimorismo en los últimos lustros y la naturaleza de su actual campaña electoral, nos indican que estamos ante un partido profundamente reaccionario, organizado para imponer una dominación autoritaria al servicio de los grandes capitalistas. El fujimorismo de ahora se construye sobre la base de una amplia alianza reaccionaria entre determinados sectores de la burguesía tradicional, capas de la burguesía emergente y aquellos sectores populares que enajenados por el descontento contra la democracia parlamentaria y atrapados por las redes corruptas fomentadas por el fujimorismo, cuestionan el estatus quo de los últimos quince años, se aferran a los recuerdos del gobierno de Alberto Fujimori y desarrollan actitudes crecientemente hostiles frente a los progres de todos los colores.

Entre PPK y Keiko Fujimori a nivel programático en lo fundamental no existen diferencias. La historia de ambos movimientos y candidatos, y la campaña que han realizado en la primera vuelta, así nos enseñan. Ambas alternativas están por la mantención del orden social vigente y por la continuidad del neoliberalismo. Sin embargo, existen algunas diferencias que debemos tomar muy en cuenta para definir las tareas tácticas.

PPK es un hombre orgánicamente vinculado al gran capital nacional e internacional, pero su movimiento no tiene la fuerza social y política como para imponer un tipo de autoritarismo como la del fujimorismo. Fuerza Popular de Fujimori además de sus antecedentes históricos y de haber conseguido la mayoría absoluta en el parlamento, ha logrado organizar una alianza peligrosa entre los sectores más reaccionarios de la gran burguesía y de la burguesía emergente, con el apoyo de una amplia red popular compuesta por sectores atrasados y enajenados del pueblo.

Si el fujimorismo logra ganar la segunda vuelta tomará la dirección del Poder Ejecutivo, por lo tanto, se multiplicarían todas sus posibilidades para fortalecer su movimiento reaccionario, tendría un inmenso poder como para controlar y manipular a las masas. Intentará aplicar la política de enfrentar “masas contra masas”, lo combinará con la represión selectiva en la que tiene mucha experiencia. Un gobierno de PPK, ciertamente aplicaría una política neoliberal, pero no tendría el mismo control casi absoluto del Estado, no tendría el dominio casi monopólico como si lo tendría el fujimorismo, si gana las elecciones del 5 de junio.

En un escenario electoral en el cual la disputa sólo es entre dos alternativas derechistas, es inevitable que las masas y las fuerzas de izquierda no se sientan convocados, no tengan ilusión ni entusiasmo para movilizarse. Sin embargo, es necesario que la izquierda no se someta al espontaneísmo y enfrente la realidad con un espíritu de lucha. Asimilando los golpes de la derrota, controlando los entusiasmos exagerados por los avances, las fuerzas de izquierda debemos participar de manera activa en la lucha por la segunda vuelta.

No todo ha sido derrota en la actual coyuntura electoral. Los partidos de izquierda tenemos que valorar debidamente los progresos para continuar luchando. Precisamente en el momento actual aprovechando estos progresos, expresados en los avances electorales del FA y en la lucha juvenil popular organizada por la Coordinadora Keiko No Va, debemos movilizar al pueblo levantando una plataforma programática que exprese las reivindicaciones de los trabajadores y de los pueblos, que posibilite la movilización de las masas por un camino progresista muy a pesar que el escenario electoral está dominado por la derecha.

Debemos participar activamente en esta segunda vuelta levantando las reivindicaciones populares y democráticas -que en gran medida ya se han difundido en la primera vuelta- para movilizar al pueblo por un camino independiente. Desde esta posición debemos luchar para impedir el triunfo de Keiko Fujimori. La única manera de hacerlo es votando por PPK. El voto blanco o viciado en las actuales circunstancias no sirve para luchar contra el fujimorismo. Tampoco es útil el voto escondido, el “caleta”, el voto vergonzante. Porque no se trata sólo de votar pasivamente el día de las elecciones, sino de retomar la campaña política y la movilización de las masas.

La necesidad de luchar por la reconstrucción de la izquierda no puede colocarnos al margen de la lucha decisiva del 5 de junio. Por el contrario, el camino que debemos seguir es impulsar la unidad estratégica, desarrollando ahora la unidad de acción de los partidos y grupos de izquierda para impedir el triunfo del fujimorismo, uniéndonos al mismo tiempo a todas las fuerzas democráticas. En este proceso, en esta lucha del momento se crearan mejores condiciones para desarrollar los debates y las acciones para avanzar en la unidad estratégica de la izquierda.

La política del encierro con el pretexto de construir el futuro, o la pretensión de evitar “mancharse” con el movimiento derechista de PPK, sólo están favoreciendo la ofensiva del fujimorismo, porque la indefinición política táctica está fomentando una peligrosa parálisis política en la izquierda y en el conjunto del campo popular.

El 5 de junio debemos cerrarle el paso a Keiko Fujimori. Pero la única manera de hacerlo es votando por PPK. La fuerza del antifujimorismo existente en todas las clases sociales ha sido reactivado por la lucha de los jóvenes organizados en la coordinadora Keiko No Va, éste espíritu contrario a todo lo que significa el fujimorismo, así como ayudó a las fuerzas progresistas de izquierda en la primera vuelta, ahora en la segunda vuelta puede posibilitar el triunfo de PPK muy a pesar de todas sus precariedades y de todas sus distancias históricas y políticas con el pueblo.

No es suficiente lo conseguido hasta ahora, para asegurar la victoria contra el fujimorismo y crear mejores condiciones en el nuevo escenario político (posterior a las elecciones), es necesario que la izquierda y el movimiento popular se movilicen activamente.

Levantando las propuestas democráticas progresistas del pueblo, emplacemos a PPK, profundicemos y extendamos la movilización popular que se inició en la primera vuelta. Si los partidos de izquierda se colocan al margen de esta lucha o se hunden en la parálisis con cualquier pretexto, cargarán con la “mancha” más grande de toda su historia, con la vergüenza de haber contribuido con el retorno al poder del fujimorismo. ¡Aún hay tiempo para acabar con la parálisis! ¡Organicemos la movilización del pueblo en todo el país!

¡El 5 de junio, el fujimorismo no debe pasar!

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