lunes, 11 de julio de 2016

SINDICATO, MULTITUD Y COMUNIDAD (Primera Parte)



SINDICATO, MULTITUD Y COMUNIDAD
Movimientos sociales y formas de autonomía
política en Bolivia
[1]


Reformas liberales y reconstitución del tejido social

Bolivia es un país marcado por la gelatinosidad de sus estructuras institucionales y por la marginalidad en el contexto internacional, pero donde, quizá por ello, ciertas cosas tienden a suceder antes que en otros lugares. En los años cincuenta, el país vivió una insurrección proletaria, adelantándose a la irradiación del movimiento obrero que luego se daría en varias naciones del continente. Igualmente, en los años sesenta, se acercó con premura a la oleada autoritaria de los gobiernos militares y, a finales de los años setenta, abrazó la reconquista de regímenes democráticos. En 1984, cinco años antes de la caída del muro de Berlín, vivió el derrumbe del horizonte izquierdista, forjado en los cuarenta años anteriores, a través del fracaso de una coalición de izquierda que llevó al país a una bancarrota económica. A finales de la década de los ochenta, mientras otras naciones buscaban experimentar, con gobiernos populistas, una salida alternativa al estatismo y al neoliberalismo acechante, Bolivia se sumergió en un radical proceso de neoliberalización económica y cultural, que llevó a toda una generación de furibundos radicales del "socialismo" a convertirse en furibundos radicales del libre mercado la "gobernabilidad pactada" y la privatización.

En quince años, estas políticas produjeron grandes cambios sociales. No sólo se entregó a las empresas transnacionales el control del 35% del Producto Interno Bruto (PIB), dejando al Estado en un papel de mendigo internacional y de policía local, encargado de disciplinar a las clases peligrosas; sino que, además, se modificaron los patrones del desarrollo económico. El Estado productor dio paso al capital extranjero como locomotora económica,[2] en tanto que los capitalistas locales retrocedieron al papel de socios menores, intermediarios o raquíticos inversionistas de áreas subalternas de la actividad comercial y productiva.

Esto ha llevado a conformar un sistema productivo "dualizado"[3] entre un puñado de medianas empresas con capital extranjero, tecnología de punta, vínculos con el campo económico mundial, en medio de un mar de pequeñas empresas, talleres familiares y unidades domésticas articuladas bajo múltiples formas de contrato y trabajo precario a estos escasos pero densos núcleos empresariales. En esta estructura, en la que las empresas económicas se deslocalizan[4] dentro de las infinitas y diminutas actividades productivas y comerciales, las relaciones laborales son precarias, los contratos temporales, la tecnología escasa y la clave del sostenimiento económico radica en la creciente extorsión de las fidelidades parentales, en una gigantesca maquinaria de mercantilización híbrida del trabajo infantil, de ancianos, mujeres y de familiares.[5]

Abandonando el ideal de la "modernización", a través de la sustitución de las estructuras tradicionales urbanas y campesinas, el nuevo orden empresarial ha subordinado, de manera consciente y estratégica, el taller informal, el trabajo a domicilio y las redes sanguíneas de las clases subalternas, a los sistemas de control numérico de la producción (industria y minería) y los flujos monetarios de las bolsas extranjeras (la banca). El modelo de acumulación ha devenido así un híbrido que unifica, en forma escalonada y jerarquizada, estructuras productivas de los siglos XV, XVIII y XX, a través de tortuosos mecanismos de exacción y extorsión colonial de las fuerzas productivas domésticas, comunales, artesanales, campesinas y pequeño-empresariales de la sociedad boliviana. Esta "modernidad" barroca —si bien ha mantenido en pie el modelo de regulación y acumulación económica fundado en la exportación de materias primas, débil producción industrial para un mercado interno raquítico, y un uso intensivo de la fuerza de trabajo como principal fuerza productiva técnica del proceso laboral, con las nuevas modalidades que asume la gestión productiva y circulatoria de la riqueza— ha reconfigurado la estructura de las clases sociales en Bolivia, las formas de agregación de los sectores subalternos y las identidades colectivas.

Durante estos quince años, hemos visto desaparecer de escena a la Central Obrera Boliviana, que desde 1952 condensaba las características estructurales del proletariado, de su subjetividad, de la ética colectiva. La condición obrera de clase y la identidad de clase del proletariado boliviano han desaparecido con el cierre de las grandes concentraciones obreras y, con ello, ha muerto una forma organizativa, con capacidad de efecto estatal, en torno a la cual se aglutinaron durante treinta y cinco años otros sectores menesterosos de la ciudad y el campo.

Frente a ellos ha surgido una estructura obrera numéricamente mayor a la de hace décadas, pero materialmente fragmentada en diminutos talleres legales y clandestinos, formas de contrato eventualizadas, temporales; sistemas de ascenso fundados en la competencia, y sindicatos carentes de legitimidad ante el Estado. Está surgiendo, entonces, una nueva forma de vasta proletarización social, pero sin arraigo organizativo, desterritorializada,[6] atravesada por una profunda desconfianza interna, con mentalidad precarizada, y a corto plazo, por el nomadismo de los jóvenes obreros, que tienen que combinar el pequeño comercio, el contrabando, el trabajo asalariado o el trabajo agrícola, según las temporadas y las necesidades.[7]

Igualmente, en el campo, el libre comercio, la nueva legislación agraria y la municipalización han transformado drásticamente las relaciones entre Estado y estructura comunal agraria, modificando las pautas de reproducción social, las estrategias de recorrido familiar y las jerarquías de dominación colonial. Las grandes movilizaciones urbano-rurales del último año hallan precisamente en estos procesos de reconfiguración de la vida social sus condiciones de posibilidad.

Fruto de estos cataclismos socioeconómicos han reemergido poderosas y radicales estructuras de autoorganización social, que han cerrado el corto ciclo de la legitimidad neoliberal forjada en quince años, por medio de la desorganización, estatalmente inferida, de las antiguas maneras de agregación popular (los sindicatos), el desplome moral de los subalternos y una industria cultural de consagración liberal, que incorporó un amplio abanico de ideólogos e intelectuales abatidos.

Estudiar brevemente las características de estas formas de autoorganización social emergentes, compararlas con la antigua forma sindical, ver sus condiciones de posibilidad y sus potencialidades históricas, son los objetivos que vamos a abordar en las siguientes páginas.

Contexto, estructuras, estrategias y simbolismos de la movilización social

Existen diferentes vertientes teóricas para el estudio de los movimientos sociales. Algunos autores han trabajado como fuerza movilízadora la reacción emocional resultante del desfase entre las expectativas colectivas y los resultados;[8] otros, a su vez, han adecuado la lógica de la razón instrumental a la dinámica de la acción colectiva; mientras que algunos han hecho hincapié en la importancia de la "oportunidad política" (clausura de los espacios políticos, división en las elites, presencia de aliados, represión, etc.) en la concurrencia de los movimientos sociales.[9]

Por otra parte, hay investigaciones que han abordado la importancia de un contexto internacional específico como facilitador de ciertas acciones colectivas;[10] en tanto que otras se han preocupado por la dimensión de las orientaciones culturales definitorias de las acciones conflictivas que dan lugar a los movimientos sociales[11] y a las etapas posibles que preceden a su institucionalización.[12] De manera puntual, Anthony Oberschall ha propuesto una lectura de los movimientos sociales como "empresas de protesta", caracterizadas por su capacidad de acción estratégica, la amplitud de los recursos movilizados y las redes sociales de articulación interna y externa;[13] mientras que hay autores cercanos que se han centrado en movimientos sociales que resultan de una crisis de Estado y afectan al sistema político. Por su parte, William Gamson[14] ha propuesto la identificación de los procesos de formación de las solidaridades; mientras que Franck Poupeau ha incorporado al estudio de la racionalidad, implícita y explícita de la movilización, la dimensión estatal o contra-estatal de la acción colectiva, las estrategias de descomposición de la dominación, la forma de institucionalización de la acción social y la función del "capital militante" como fuerzas dínamizadoras.[15]

En términos estrictos, consideramos que el modelo de "nuevo movimiento social", propuesto por Alain Touraine en los años setenta, no resulta pertinente para estudiar los movimientos sociales contemporáneos en Bolivia, debido a que esa teoría se centra en las confictividades que cuestionan los marcos culturales dentro de las instituciones sociales,[16] lo cual es importante, pero deja de lado los conflictos dirigidos contra el Estado, las estructuras de dominación y las relaciones que contraponen a las elites gobernantes con las masas, que precisamente caracterizan las actuales acciones colectivas. En ese sentido, para el estudio de los acontecimientos en Bolivia, resultan más útiles los aportes brindados por Oberschall, Sidney Tarrow, Tilly, Jenkins, Poupeau y Eckert, que precisamente se centran en los efectos de los movimientos en la estructura política de la sociedad, sin perder de vista, sin embargo, que la acción colectiva es mucho más que un cálculo consciente de objetivos en función de medios para alcanzarlos, y que vínculos como la solidaridad, las pautas morales de igualdad y la identidad, que también forman una racionalidad interna de la acción, son componentes sociales por los cuales la gente es capaz de movilizarse.

Recuperando varios de los elementos brindados por estos autores, vamos a considerar los movimientos sociales como estructuras de acción colectiva capaces de producir metas autónomas de movilización, asociación y representación simbólicas de tipo económico, cultural y político. De manera analítica, en su interior se pueden diferenciar, al menos, los siguientes aspectos: las condiciones de posibilidad material que habilitan un espacio amplio, pero acotado de probables ámbitos de interacción social y que, bajo circunstancias excepcionales de trabajo colectivo, generan la emergencia de determinado movimiento social; el tipo y la dinámica de las estructuras de agregación corpuscular y molecular de los sujetos movilizados; las técnicas y los recursos de movilización y, por tanto, la trama material del espíritu de cuerpo movilizado; los objetivos explícitos e implícitos de la acción social, manifiestos en los discursos y la acción del cuerpo social movilizable; la narrativa del yo colectivo, esto es, el fundamento cultural y simbólico de autolegitimación del grupo constituido en el momento de su movilización; las dimensiones política (estatal o antiestatal) y democrática (reinvención de la igualdad y de lo público) puestas en juego.

Autor: Álvaro García Linera

[1] Texto extraído de Álvaro García Linera," Sindicato, multitud y comunidad. Movimientos sociales y formas de autonomía política en Bolivia", en Álvaro García Linera, Felipe Quispe, Raquel Gutiérrez, Raúl Prada y Luis Tapia, Tiempos de rebelión. La Paz, Comuna y Muela del Diablo, 2001.
[2] Luis Carlos Jemio y Eduardo Antelo (eds.), Quince años de reformas estructurales en Bolivia. sus impactos sobre inversión, crecimiento y equidad. La Paz: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Universidad Católica Boliviana, 2000 y Juan Carlos Chávez (ed.), Las reformas estructurales en Bolivia, La Paz. Fundación Milenio, l999.
[3] Pierre Bourdieu. "Por una nueva Aufklärung", en El campo político. La Paz,
Plural, 2001
[4] Pierre Bourdieu.. Les estructures sociales de l'economie, Paris, Seuil. 2000
[5] Álvaro García Linera. Reproletarización. Nueva clase obrera y desarrollo del capital industrial en Bolivia (1952-1998). La Paz. Comuna y Muela del Diablo. 1999; y Estructuras materiales y mentales del proletariado minero, La Paz, Comuna y Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Carrera de Sociología. 2001
[6] Raúl Zibechi, "La disgregación de la clase obrera", en La mirada horizontal-
movimientos sociales y emancipación,
Montevideo, Nordan Comunidad, 1999
[7] Álvaro García Linera, "Procesos de trabajo y subjetividad en la nueva condición obrera", en Guillermo Campero et al., Culturas obreras y empresariales, La Paz, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2000
[8] Ralph Turner y Lewis Killian, Collective Behavior, Englewood Cliffs, Prentice May, 1957; Mancur Olson, The Logic of Collective Action, Cambridge, Harvard University Press, 1965 y Ted Gurr, Why Men Rebel?, Princeton, Princeton Uni-versity Press, 1971
[9] Sidney Tarrow. "States and Opportunities. The Political Structuring of Social Movements" y Donatella Della Porta, "Social Movements and the State: thoughts on the Policing of Protest", en Mayer Zald, Doug McAdam y John McCarthy (eds.), Comparative Perspectives on Social Movements, New York, Cambridge University Press, 1996; Charles Brockett, "The Structure of Political Opportunities and Peasant Mobilization in Central America", en Comparative Politics, Vol. 23, No. 3, 1991, Sidney Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Madrid, Alianza, 1997
[10] Anthony Oberschall. "Opportunities and Framing in the Eastern European Re­volts of 1989", en Mayer Zald, Doug McAdam y John McCarthy (eds.). Compa­rative Perspectives on Social Movements, op. cit.; también, del mismo autor, Social Movements: Ideologies, Interests, and Identities, New Brunswick, Transaction, 1993
[11] Alain Touraine, Producción de la sociedad, México, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e Instituto Francés de América Latina (IFAL), 1995 y "An Introduction to the Study of Social Movements", en Social Research, Vol. 52, 1985; véase también, Alberto Melucci, "The New Social Movements: A Theoretical Approach", en Social Science Information, Vol. 19, No. 2, 1980
[12] Claus Offe, La gestión política, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992
[13] Anthony Oberschall, Social Conflict and Social Movements, Englewood Cliffs,
Prentice-Hall,
1972; Franck Poupeau, Le "mouvement du 93", Paris, École des
Hautes Études en Sciences Sociales, 1
999.
[14] William Gamson, "The Social Psychology of Collective Action", en Aldon Morris y Carol McClurg, Frontiers in Social Movemet Theory, New Haven, Yale
University Press, 1992
[15] Franck Poupeau, Le "mouvement du 93" ,op. cit
[16] Alain Touraine, Producción de la sociedad, op. cit. Un autor que retoma varios de los apones de Touraine para la lectura de los movimientos sociales en América Latina en la década de los ochenta es Fernando Calderón, Movimientos sociales y política, México, Siglo XXI y UNAM, 1985. Una lectura parecida, que busca fijarse en el desplazamiento déla esfera "estado-céntrica" ala "sociocéntrica" de los llamados "nuevos movimientos sociales" en Bolivia (movimiento de mujeres, ecologista, cultural, etc.), es Fernando Mayorga, en el artículo "La sociedad civil en Bolivia", en Fernando Mayorga y Ricardo Paz, Sociedad civil y democracia participativa, La Paz, Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS), 1999, Para una crítica del reduccionismo culturalista de estas interpretaciones, véase William Carroll (ed.),  Organizing Dissent, Toronto, Garamond, 1997.

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