miércoles, 24 de marzo de 2010

Socialismo y doctrina




Mariátegui al retornar de Europa encontró el movimiento obrero sumido en un gran desorden ideológico y orgánico que fue superado en cinco años de perseverante trabajo (1923-1928). José Carlos fue un innovador de la herencia marxista. Reivindica la imaginación y la espontaneidad creativa. Reinventa el socialismo a partir de un mundo real y concreto. Un realismo imaginativo, que parte de la realidad concreta con sus miserias y sus fortalezas, le permite soñar un nuevo orden. Su audacia nunca tuvo límites y su imaginación le permitió armar el rompecabezas del Perú novecentista. Es el vuelo del águila sin despegar los pies de la tierra. Redescubre al indio (campesino) en el Perú como fuerza decisiva en los procesos sociales. En aquél entonces, coexistían tres mundos: capitalismo, servidumbre y comunidad indígena. Con el capitalismo aparece un nuevo protagonista, la clase obrera, que cambia los términos de la lucha social. El proletariado urbano encuentra en la comunidad andina y en los trabajadores de las empresas agrícolas de la costa su aliado natural y la base para “una solución socialista de la cuestión agraria.” Pero, con el capitalismo aparecen, también, la clase media y la burguesía nacional que rivalizan con el proletariado por la dirección del movimiento social.

El socialismo de Mariátegui nació de la confrontación, del mismo modo, como nace y se desarrolla la teoría en Marx y Engels. El socialismo de Mariátegui germina en polémica con tres miradas, en oposición a los intereses de tres clases sociales. Aristocracia feudal, burguesía y pequeña burguesía revelan distintas tendencias y compiten, en el mismo escenario, con el punto de vista proletario. José Carlos, en estrecho contacto con los trabajadores del campo y la ciudad, elabora su teoría interrogando a la realidad histórica. El ingenio de Mariátegui se puso a prueba: en un Perú multiétnico, de todas las razas y todas las culturas, adelantó una teoría socialista.

El socialismo de Mariátegui fue un socialismo abierto a toda contribución humana y, a la vez, un socialismo que se afirma en sí mismo. “Ser marxista -dice Raymundo Casas- implica un modo de adhesión, un acto de fe y un compromiso vital“ . Conocida es la onceava Tesis sobre Feuerbach de Marx: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.” En otras palabras. No se puede transformar la materia si no se conoce su estructura interna. La obstinación del militante, del hombre de ciencia (p.e., Galileo Galilei), proviene del conocimiento: la verdad adelgaza, pero no quiebra. “El socialismo es un método y una doctrina, un ideario y una praxis” , le responde Mariátegui en 1927 a Luis Alberto Sánchez. Para José Carlos, el socialismo es un método fundamentalmente dialéctico, un sistema abierto a toda contribución humana venga de donde venga; pero, como doctrina es un sistema cerrado auto justificador de una voluntad de cambio. El método hace del socialismo una ciencia. La doctrina es el combustible que potencia el inconsciente individual transformándolo en la energía que impulsa a las muchedumbres en su “lucha final”. José Carlos Mariátegui sostiene – con Joseph Delteil – “que la suprema virtud de Juana es su ignorancia. Juana desconoce la duda, desconoce la teoría. «Infalible como una paloma mensajera, Juana de Arco es la glorificación del Instinto».” La doctrina cristiana potencia el instinto de combate en Jeanne d’Arc. Juana como las muchedumbres, cuando la doctrina se apodera de sus pensamientos, infalibles como palomas mensajeras, deben llegar a su destino. Las muchedumbres cuando toman una decisión, no dudan en el combate. Las multitudes sólo comprenden y siguen a hombres o mujeres que, con las palabras y los hechos, afirman. El combatiente, sea cuál fuere su filiación, obtiene la energía para cumplir su misión histórica de la doctrina a la cuál ésta adscrito. La doctrina transforma al sujeto social en una flecha que ha de llegar, a pesar de los pesares, a su objetivo.

Tacna, 24 marzo 2010
Edgar Bolaños Marín

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