miércoles, 18 de abril de 2012

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO (18)


La interiorización de la planta corporal

Vemos pues cómo se ha interiorizado la propiedad de la motricidad. La única manera de explicar la incorporación de la motricidad externa en el sistema nervioso es por medio de lo que llamamos interiorización. Pero, ¿cómo se efectúa esta interiorización de la motricidad cuando adentro nada se mueve (¡parece tan absurdo como el levitar halándose los cordones de los zapatos!), y por qué es importante saberlo? Si entendemos cómo se logró este paso, comprenderemos algo importante respecto de nuestra propia naturaleza. El mecanismo de interiorización se relaciona íntimamente con la función básica del cerebro en lo que se refiere al pensamiento y la utilización de la experiencia. La interiorización es otro nombre a lo que conocemos como cableo neuronal dependiente de la actividad, o más profundamente lo que podemos denominar la selección neuronal activa. Ya vimos que la respuesta más directa propone que la interiorización se realiza mediante la activación y transferencia de las propiedades intrínsecas oscilatorias eléctricas de un nivel simple a uno más elaborado que emule las propiedades del mundo externo, en este caso inmediato, las propiedades del cuerpo (la planta motora).

Básicamente, las neuronas motoras disparan intrínsecamente, los músculos se contraen rítmicamente y los receptores musculares y de las articulaciones responden al movimiento e informan a las neuronas motoras que la planta (el cuerpo) se movió y mediante cambios en las uniones sinápticas se selecciona la conectividad de tal modo que se agrupen los elementos relacionados funcionalmente (motoneuronas extensoras con músculos extensores, etc.). Más tarde en el desarrollo esas conexiones servirán para verificar y reforzar los comandos motores cuando un movimiento se aproxima a la dirección deseada, según las coordenadas corporales. En otras palabras, la activación de motoneuronas genera un eco sensorial que les informa qué respuesta corporal generó su activación. De hecho, durante el desarrollo, los embriones generan brotes de temblor muscular no muy diferentes de pequeñas crisis epilépticas (Hamburger y Blaban, 1963; Bekoff et al, 1975). Esto no es una simple metáfora; la actividad epiléptica constituye probablemente uno de los estadios funcionales más primitivos, dado que se presenta de manera similar en diferentes especies y personas independientemente de factores educacionales o ambientales; es algo como estornudar o toser.

Así pues, mediante las propiedades oscilatorias intrínsecas y el acoplamiento electrotónico, las propiedades externas se interiorizan paulatinamente durante la evolución y dentro del sistema nervioso se desplazan hacia el polo delantero del neuroeje y se integran a la cefalización ¿El resultado final? La capacidad de pensar, cuyo origen se halla en la interiorización del movimiento, cosa que ya propuse en el capítulo 1 al mencionar que el pensamiento es un evento central, resultado de un número creciente de, exitosas estrategias pero no solamente de las partes del cuerpo o de objetos del mundo externo, sino de percepciones y de ideas.

Cefalización

Esta marcha hacia niveles superiores, cuyo resultado final es la cefalización, se observa durante el desarrollo embriológico (ontogenia) y también durante el desarrollo filogenético (la evolución). Por ejemplo, Filogenéticamente, el estadio neurogénico de la motricidad de la lamprea adulta revela la persistencia de acople electrotónico entre neuronas (Ringham, 1975; Christensen, 1976; Shapovalov, 1977; Batuela y Shapovalov, 1977; Batuela, 1987). Así, tanto en las lampreas como en el corazón, la motricidad se relaciona con el acople electrotónico celular. En este caso, el nadar en la lamprea equivale, en otra geometría, a una serie de latidos de corazón. La diferencia radica en que en el animal la onda de contracción se mueve de adelante hacia atrás y en que son las neuronas acopladas eléctricamente las que controlan los músculos. La activación muscular retorna un mensaje a las neuronas por vía sensorial que además de informar respecto al movimiento, describe las propiedades del mundo externo como, por ejemplo, el cambio de las corrientes en las cuales nada, o el fondo del río en el cual se arrastra.

Evolutivamente, lo anterior plantea una cuestión crucial. La ventaja de separar la generación del movimiento de la generación del patrón motor radica en que esta separación permite especialización y por ende tipos de motricidad mucho más complejos. Esto se debe a las propiedades combinatorias producidas por la especialización del generador de patrones (las neuronas promotoras y su conectividad). Por ejemplo, si el problema de caminarse dejara en manos de las propiedades intrínsecas de nuestros músculos propiamente dichos, no llegaríamos ni a la esquina de la casa. La marcha requiere, además de las propiedades intrínsecas de los circuitos neuronales de la medula espinal (capitulo 2), los circuitos superiores del neuroeje situados en dirección cefálica. .Esto generará el impulso coordinado y rítmico que resulta en las sinergias musculares alternantes implicadas en la marcha. De igual manera, a pesar de que el corazón late por sí mismo, el sistema nervioso también modula la periodicidad de este ritmo intrínseco, como en el caso de estar aterrorizado.

El espacio funcional interno: los marcos de referencia del mundo externo y del mundo interno tienen diferentes sistemas de coordenadas

El lector ya debe comprender cómo la evolución empleó propiedades de la biología celular para interiorizar las propiedades del mundo externo en el sistema nervioso. Examinemos ahora cómo la función del sistema nervioso recapitula el proceso de interiorización. Al comienzo del capitulo señalé que, tal vez, el problema más importante en la investigación cerebral hoy en día es el de la interiorización de los universales dentro de un espacio funcional interno.

Es claro que para que un organismo interactúe exitosamente con su mundo externo, su sistema nervioso debe poder manejar (procesar y comprender) con facilidad y rapidez las señales que te llegan por los sentidos. Una vez que esta información es transformada en una señal motora adecuadamente ejecutada, se devolverá al mundo externo. Es obvio que las propiedades del espacio funcional interno y las del mundo externo son diferentes y, sin embargo, para que la salida motora tenga algún significado útil, deben guardar alguna semejanza entre sí. Este espacio funcional interno constituido por neuronas debe representar las propiedades del mundo externo (ver capítulo I) y, en cierto sentido, tener propiedades equivalentes. Así como un traductor debe operar con continuidad conceptual entre los dos idiomas que está traduciendo, también este espacio interno funcional debe preservar la continuidad conceptual.

¿Cómo opera entonces este espacio funcional interno? Preguntemos que características deben tener las propiedades de traducción —de hecho transformacionales— de este espacio, capaz de garantizar la continuidad homomorfa entre las propiedades sensoriales del mundo externo y la salida motora subsiguiente. Se trata de una pregunta fundamental acerca de las diferencias entre los marcos de referencia del sistema de coordenadas exterior (la planta) e interior (el cerebro), y acerca de la continuidad que puede y debe existir entre la percepción y la ejecución. Este problema lo abordé en colaboración con A. Pellionisz en una serie de artículos que abarcaron más de una década de investigación (ver, por ejemplo, Pellionisz y Llinás, 1979.1980, 1982.1985).

Un ejemplo ilustrativo a nivel intuitivo de que la transformación sensomotora es de hecho un sistema independiente de coordenadas sería el siguiente: supongamos que en el ejemplo del dibujo presentado al inicio de este capitulo vamos a dibujar dos versiones de una cara conocida. La primera versión es un dibujo grande, realizado principalmente con movimientos de la articulación del hombro y del codo y con un carboncillo ancho en la mano (figura 3.3 A, izquierda). En la segunda versión, la cara debe dibujarse con el antebrazo rígido y sólo con movimientos de los dedos (figura 3.3 A. derecha). Obviamente, este dibujo será mucho más pequeño, pero si se hace una ampliación fotográfica para compensar el tamaño (figura 3-1 B) y se superponen ambos dibujos (figura 3.3 C), las caras son notablemente semejantes, siempre y cuando que, claro está, ¡se tenga muy buena habilidad para el dibujo! (El dibujo de la figura 3.3 es de un artista muy conocido.) ¿Qué significa lo anterior? Indica que la representación interna de la cara puede exteriorizarse mediante diferentes sistemas de coordenadas sensoriales y motoras, es decir que, independientemente del sistema de coordenadas, el vector interno de representación de la cara puede transformarse en un espacio de ejecución motora. Ello es un claro ejemplo de que las propiedades tensoriales (transformaciones vectoriales independientes del sistema de coordenadas) operan en las transformaciones sensomotoras.

Figura 3.3

Exteriorización mediante diversos conjuntos de coordenadas motoras y sensoriales. (A) Figura compuesta de un dibujo de tamaño grande del artista Arnold Gross. de Budapest, realizado con movimientos libres del codo y hombro y versión en formato pequeño, del mismo dibujo realizado sólo con movimientos de la mano (abajo a la derecha). (B) Ampliación del dibujo de formato pequeño de (A). (C) Superposición de (A) y (B) en la cual se observa la gran semejanza entre ambos dibujos. (Tomado de Llinás. 1987, figuro 23.6, p. 355.)

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