miércoles, 25 de abril de 2012

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO (25)

Lo que nos enseña la evolución del ojo
La invención de los órganos sensoriales


¿Cuál es el impulso evolutivo que genera la vida y los animales? ¿Cómo se generó la espectacular y compleja arquitectura celular que es un animal? ¿Que puede decirse de los diferentes órganos y de su gran diversidad de formas y funciones? Desde la perspectiva de la división fisiológica del trabajo, los órganos suelen considerarse como componentes del cuerpo con funciones tan especializadas que a menudo resultan sorprendentes. En su mayoría tales funciones son vitales para el organismo en su totalidad, para la vida del individuo (corto plazo) y para la superviviencia de la especie (largo plazo). El corazón, los ojos, el hígado, son módulos funcionales, y al mismo tiempo tienen individualidad y localización. Por muchas razones, tales órganos, como el cerebro mismo, pueden considerarse como sociedades especializadas, cerradas dentro del animal. Pero, a pesar de las numerosas semejanzas, hay además enormes diferencias entre tales órganos. El cerebro es básicamente cerrado en su naturaleza y operación, escapa completamente al examen directo de los sentidos, no lo vemos ni oímos, no lo sentimos palpitar, no se mueve en ninguna dirección, no siente dolor si lo golpeamos. Más aún, parece muy distante de su asiento corporal — como cuando nos compadecemos del dolor ajeno u observamos admirados el universo.

Este sistema orgánico cerrado que llamamos cerebro tiene además la ventaja de no estar limitado por las propiedades de los sentidos. Consideremos que el estado de vigilia sea un estado de ensoñación (igual a como los sueños son estados análogos a la vigilia), guiado y conformado por los sentidos, al contrario de los sueños normales que prescinden por completo de los sentidos. El cerebro utiliza los sentidos para apropiarse de la riqueza del mundo pero no se limita a ellos; es capaz de funcionar sin ningún tipo de entrada sensorial. La naturaleza y función del cerebro hace del sistema nervioso una entidad muy diferente de las del resto del universo. Ya se dijo que, en realidad, es un emulador. Si aceptamos que se trata de un sistema cerrado y único, ello implica que es una forma diferente de expresar "todo". En otras palabras, la actividad cerebrales una metáfora para todo lo demás. Tranquilizante o no, el hecho es que somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real. Probablemente es lo máximo que se logra con solo un kilo y medio de masa y un "tenue" poder de consumo de 14 vatios (Erecinska y Silver 1994).

Lo más sorprendente, quizás, es que esta arquitectura funcional única y específica, este sistema celular cerrado, ¡se forma sin saber, a priori, lo que su función ha de ser! ¿Cómo es esto posible? Ésta es una de las verdades profundas de la evolución, que el cerebro comparte con los demás órganos. Las estructuras complejas y únicas de todos ellos desarrollaron funciones específicas y poderosas sin un plan final a priori. "Pero ¡un momento! ¿Qué hay de la genética y del plan de desarrollo preprogramado del DNA?", cabe preguntarse. Es claro que la genética entra en Juego aquí, pero sólo como el cúmulo de la narración de una gran epopeya por parte de cada generación, narración sin argumento y ciertamente sin final. Hay muchos personajes, un "bang" al comienzo, pero después solamente vienen giros y volteretas y un estado intermedio sin fin. Todo esto parece un tanto curioso.

¿Cómo comprender el proceso por el cual nos llegó el sistema nervioso, la mente, si su historia ancestral evolucionó sin brújula o mapas? En realidad, los demás órganos (y los animales en que habitan) también se desarrollaron por ensayo y error, en un proceso que no tiene fin.

Para desarrollar el sistema nervioso, la naturaleza tuvo que apropiarse ciertas propiedades del universo externo, aprovechándolas e incorporándolas en sus circuitos. En el capítulo 3 se discutió el punto fundamental de la integración. Es tiempo ahora de preguntarnos cuál fue el primer paso de este proceso. ¿Cómo así miramos las propiedades fraccionadas del mundo externo y las contextualizamos en un todo unitario? La evolución tuvo que "inventar" los órganos sensoriales, mecanismos especializados de relevo entre los "universales" y el sistema inherentemente cerrado que es el cerebro. Si se comprende el relevo sensorial o proceso de transformación momentáneo, se facilita entender lo que significa la "asimilación" de las propiedades externas. Por momentáneo se entiende, por ejemplo, la internalización, ahora mismo, del contenido de esta frase al leer este libro. Entendamos que al leer los patrones de luz que conforman las presentes palabras son traducidos por el sistema visual y terminan, por intermedio de otros sistemas cerebrales, resonando como una voz en la cabeza del lector. Desenvolviéndose a través de cientos de millones de años, el sistema internaliza y "recuerda" genéticamente. ¿Cuál es el resultado? Los fotorreceptores primitivos que detectan la luz evolucionaron con Otros sistemas ectodérmicos (la piel) y formaron órganos tan maravillosos como nuestros ojos. De igual modo, el estatocisto primitivo, que alguna vez fue (y todavía es) el mecanismo rudimentario de equilibrio del tunicado marino, evolucionó en ese subsistema cerebral enormemente importante conocido como el aparato vestibular. Los sistemas sensoriales evolucionaron como herramientas cerebrales extremadamente sofisticadas, perfeccionadas por el tiempo para aumentar y afinar incesantemente la eficiencia del movimiento anticipatorio y, por ende, de la supervivencia.

Aunque es cierto que nuestras descripciones se inclinan hacia los órganos sensoriales, podría no ser así. El aprendizaje basado en la internalización de las propiedades universales del mundo externo impulsó la formación de todos los órganos, desde las manos y los pies hasta las colas y plumas. Los órganos sensoriales ilustran más claramente lo anterior porque son las vías directas de acceso del mundo externo al mundo interno, y porque el cerebro es el foco de atracción de este libro. Por ejemplo, el hígado evolucionó bajo iguales principios de presión evolutiva aunque en forma algo menos directa pues su misión era liberarnos de toxinas ingeridas inadvertidamente (a veces a sabiendas, como en la atracción por el vino). Sin embargo, la toxicidad es un concepto eminentemente relativo según la especie; no es un universal. Lo que nos lleva al borde de la muerte, puede ser un suculento pasabocas para una rata o la dieta rutinaria de un buitre. Al hablar de propiedades universales o de universales, me refiero a aquellas propiedades constantes que se originan en el mundo externo en toda forma de vida-Por ejemplo, las ondas luminosas tienen propiedades universales, como las tiene la temperatura o la fuerza de la gravedad. Éstos se cuentan entre los fenómenos más primordiales y poderosos con los cuales se confrontó la vida y que, por ende, terminaron conformándola. Pero ¿cómo es posible comprender todo lo anterior? Pensemos en alguna función — ver — y en un conjunto de órganos — los ojos y su cerebro.

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