martes, 22 de mayo de 2012

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO (51)


Mímica: el origen del significado entre organismos

Parece inevitable concluir que el lenguaje probablemente evolucionó a partir de un
atributo prelingüística estrechamente relacionado con la prosodia y acentuado por ciertos sonidos o gestos particulares. Pero no olvidemos un elemento crucial del lenguaje. Si la prosodia es la expresión externa de un estado interno momentáneo, ¿cuál es su propósito si no es el de ser comprendida por otro animal? Una comunicación que no se base en un significado consensual (entre las partes) simplemente no es comunicación, por lo que la pregunta real será entonces: ¿cómo logró introducirse en la comunicación el aspecto del significado para la contraparte?

Me gustaría referirme a lo anterior como a la naturaleza "infecciosa'' de la actividad cerebral. La risa es el ejemplo perfecto: es contagiosa entre la gente. Alguien comienza a reír, otro lo oye (y/o lo ve) y pronto es inevitable reír. En otras palabras, una vez generada la risa en un individuo, al ser percibida por otro crea un estado semejante en su mente. Es como si la abstracción misma fuera infecciosa — una propiedad intrínseca de los circuitos neuronales que parece salirse de sí misma. Si la risa es contagiosa, al igual que el bostezo, tal vez mostrar los dientes y gruñir también sean "infecciosos". Examinemos esto en detalle.

Consideremos los kukaburras, pájaros de Australia que se organizan colgando en grupos, salpicando de machones negros y blancos las ramas de unos cuantos árboles cercanos. En medio del silencio, se deja oír el sonido característico de uno de ellos, que a los humanos nos resulta idéntico a la risa humana distorsionada. Luego otro kukaburra comienza a "reír", imitando el sonido del primero, y en segundos toda la bandada se está "carcajeando". Lo mismo se observa en las luciérnagas: una luciérnaga macho se enciende, otras la siguen, ¡deslumbrando realmente a la hembra en lontananza!

¿Qué nos dice esta mímica acerca del lenguaje? Un sistema nervioso que accidentalmente adquiera la capacidad de reconocer sensorialmente PAF generados por otros, ofrecería grandes ventajas para animales que vivan en grupos. "De facto", esta propiedad hace del grupo ¡anímales del mismo pelambre! Así, cuando los animales se imitan entre sí, inmediatamente tienden a formar una familia, porque es obvio que esto produce un sentido de familiaridad: ¡Hola, usted es de los nuestros!

Es cierto que a los parientes se les reconoce desde el comienzo de los tiempos, pero la mímica que se capta por los sentidos fomenta este reconocimiento mediante la repetición de los PAF de los demás miembros del grupo (figura 11.1), ¿Qué puede decirse entonces del significado de la comunicación entre especies? Sé que el perro de marras que me gruñía, me indica a mí, o a otro perro, que estamos en problemas. ¿Cómo se sabe? ¿Cómo lo sé yo? Mejor aún, ¿cómo llegamos a saberlo? Retrocedamos en la evolución y analicemos.

Un animal le muestra los dientes a otro, el cual no reconoce dicho PAF. Sin embargo, este PAF evoca a su vez un PAF de "entonces muestre sus dientes" o "corra". ¿Por qué? Porque todos los que no respondieron rápidamente al PAF de "me mostró los dientes", ¡murieron! Se convirtieron en merienda, por lo cual con el tiempo ¡se descartaron del reservorio genético! Pero los que permanecieron en cuanto a selección natural, transformaron este PAF de reconocimiento en un a priori intrínseco.

ASÍ pues, heredamos de la filogenia la capacidad de reconocer que ciertas cosas son peligrosas, por herencia, sin tener que memorizarlas ontogénicamente; por ejemplo, los peces saben desde el nacimiento que los colores muy vivos de otros peces son peligrosos. Sencillamente, es algo que ya saben. Esos peces de colores vivos que van allá son venenosos; ¡lo están anunciando! ¡Y esto forma parte del "cableado" de los peces, tanto como el hecho de tener colas! Si se quiere, lo anterior es el punto final evolutivo, pero en su origen está la mímica. Es obvio que el lenguaje no tendría mucho sentido si el receptor no comprendiera su significado. ¿Cómo ocurre la comprensión? Para que un animal comprenda el lenguaje, lo más fácil es que, de algún modo, el receptor asocie un evento motor producido por él mismo con la recepción del mismo evento efectuado por otro animal. Es decir, la expresión externa motora de la imagen sensomotora se compara con lo que el animal receptor realmente experimenta con sus sentidos: "El mono ve, el mono hace".

Aunque esto puede lograrse por aprendizaje, el mecanismo debe ser más poderoso que simplemente eso. Tendría que hacerse por el entendimiento (desde el punto de vista sensorial) de las consecuencias del comportamiento motor imitado. Esto es un poco complicado, pues hay un obstáculo por vencer.

Me explico. Supongamos que soy un caimán y que estoy mostrando los dientes. Esta situación es más complicada de lo que parece: Nunca me he visto a mí mismo mostrando los dientes. Sin embargo, puedo oír mi propio gruñido, de modo que cuando oigo gruñir a alguien lo reconozco como aquello que hago cuando estoy de cierto humor. Si veo que el gruñido va unido frecuentemente con mostrar los dientes, rápidamente asociaré ambas cosas y así cuando otro caimán me muestra los dientes no hago caso omiso de él o miro hacia otro lado como si nada. Éste es el punto medular de la evolución. Llegar a conocer los universales tuvo que originarse en que en un comienzo no se conocía acerca de ellos; esto sólo es posible de dos maneras. O bien el sistema nervioso sabe de antemano lo que está haciendo, o no lo sabe, en cuyo caso será la selección natural la que determine la respuesta: cuando otro caimán me muestra los dientes, yo le respondo mostrándole los míos. La respuesta correcta, claro está, es la segunda alternativa, la selección natural. ¿Cómo lo sé? Recordemos que al vernos por primera vez en televisión o en cine, siempre nos sorprendemos de lo tontos que parecemos. Hay algo interno que no cuadra con la representación externa del mismo evento, de modo que para comprender cabalmente la situación, no basta la imagen sensomotora de la acción. Desde el punto de vista sensorial, debe haber una manera de entender las consecuencias de una conducta motora. Ésta es la mímica. Yo, como caimán, no me veo a mí mismo mostrando los dientes, pero sé que lo hago cuando estoy furioso o cuando estoy listo a atacar. Ése es mi estado emocional y ése es el PAF liberado por él. Posteriormente veo que ese animal de allí, caimán u otro, me muestra los dientes. ¿Asocio o no que dicho PAF es la expresión externa del mismo estado interno de cólera que conozco en mí mismo? Por fortuna lo hago — me va la vida en ello — pero el caso es que sólo así un animal reconocerá e identificará el estado momentáneo interno de otro animal. Esta comprensión se adquiere tratando de imitar el comportamiento motor de otro, actuando por mímica y a la larga por ensayo y error. Puede que yo tarde indefinidamente en entender que cierto gesto de otro animal significa peligro, ya que no puedo saberlo. Por otro lado, si he vivido suficiente tiempo cerca de otros caimanes, que sí lo saben, simplemente imitando lo que hacían cuando otro les mostraba los dientes y les gruñía, me habría alejado ¡sin tener la más remota idea del evento precipitante! Pero mi posibilidad de supervivencia aumentó, porque aproveché el conocimiento de mis amigos caimanes. Soy objeto de la selección natural porque me comporto como si supiera que cuando "algo" me muestra los dientes, ello significa peligro. Lo anterior es lo que constituye la generalización de los significados ya mencionada, y que también se logra por ensayo y error. Considero que éste es el significado que suministra el nicho informativo específico del animal, lo que hacen quienes están cerca de mí y lo que ello significa para mí.

Aunque evidentemente se trata de reconocer patrones, dicho reconocimiento depende totalmente del contexto, por lo cual no se puede trasladar un cocodrilo del Nilo al Amazonas y esperar que sobreviva. En este caso ya no habrá ninguna familiaridad de patrones, ningún acoplamiento de lo interno con lo que se percibe en el exterior. El cocodrilo ya no reconocerá nada en el ambiente, pues, infortunadamente su sistema espera un conjunto de características externas, completamente diferentes de las que lo rodean. En otras, palabras ¡la abstracción ha sido engañada!

Una nota adicional. Da la impresión de que la abstracción buscara acoplar lo interno con lo externo. El sistema reconoce como familiares patrones que a lo sumo son semejantes. Recordemos que para la "impronta", se apela claramente al reconocimiento de patrones y, por tanto, a una abstracción que da origen y se asocia con la comprensión o con el significado. Otro ejemplo: recientemente se creó con un microchip una abeja artificial que efectúa la danza, se comunica con otras abejas reales y ahí las tenemos a todas volando en busca de comida (Montague et al., 1995). De modo que no necesariamente tiene que ser una abeja: ¡basta con un patrón geométrico retradimensional relativamente familiar y dinámico!

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