domingo, 26 de agosto de 2012

LA POLÉMICA SOBRE ARGUEDAS EN LA REVISTA ILLARIC (Primera parte)



Apropósito del artículo de Martín Guerra “Perder de vista a la vida”

Por: Guillermo Yucra

La importancia de Arguedas, su pensamiento y su obra son hoy en día más vigentes que nunca, mientras subsistan los sustratos indígenas que reivindican inclaudicablemente su derecho a la tierra, al agua y los recursos, cuyo manejo es posible precisamente por las formas comunales de organización en que estas se asientan, y que por cierto se han visto en las últimas décadas cada vez más afectadas por los organismos del aparato estatal que las consideran como trabas para el desarrollo y el crecimiento económico sostenido. Entre el Estado y las comunidades se ha instalado hoy un escenario de abierta confrontación.

Este es creo yo el gran mérito de esta revista -valiéndonos de Arguedas- la de haber traído a debate esta cuestión central del problema del indio y de la diversidad de manifestaciones culturales y artísticas como la huaconada, esa milenaria danza ritual del pueblo de Mito[1] que alude a una cosmovisión, a una concepción del mundo, la cual sería imposible de asimilarse sin los usos propios de la lengua. En palabras de Javier Badillo: “…observar y analizar los rasgos fonético-fonológicos, gramaticales y semánticos, que permitan identificar los perfiles de una comunidad lingüística frente a otras.”[2] ¡Cuánta razón tenía Alfredo Torero cuando definía a la lengua como una de las formas de la “experiencia humana”! Y es sabido hoy en día que al extinguirse una lengua se pierde también con ello una fuente invaluable de la historia, los conocimientos, las prácticas y las tradiciones de los pueblos; lo que nos indica el grado de dominación no sólo étnico-cultural sino principalmente de carácter clasista[3] que existe en contra de las comunidades indígenas. ¿Cuántas lenguas están desapareciendo en este preciso instante? El lingüista Roberto Zariquiey señala que sólo para el caso de las lenguas amazónicas del Perú, el 40% de ellas se encuentra en peligro de extinción. ¿Qué significa esto? Que existen menos de mil hablantes por cada grupo lingüístico.

La noticia es alarmante y lo es mucho más en la medida en que no solo basta el reconocimiento formal de la diversidad cultural lingüística, si es que no se aplican los correctivos necesarios para revertir esta situación. Y esta cuestión no pasa necesariamente por la actuación del Estado en esta materia, que como sabemos viene haciendo fracasar los programas de educación intercultural bilingüe, sino que pasa fundamentalmente por el rol que deben desarrollar las propias comunidades, asociaciones, gremios y federaciones nativas y campesinas, en la defensa de su cultura y organización. Y es en este aspecto que J. M. Arguedas aporta sustancialmente porque visualiza en la organización colectiva de las comunidades una forma de resistencia que le hace frente a los embates de la modernización capitalista, pero que a su vez repercuten en forzosas y creativas modificaciones a las que denominará “expansión transformada de la cultura indígena”, a la que ha hecho perfecta mención Martín Guerra, polemizando con los diferentes puntos de vista que existen en torno al indio.

Precisamente Martín Guerra, desde la perspectiva arguediana, ubica tres corrientes de análisis y argumentación de la realidad andino-peruana: 1) La visión hispanista, 2) La visión indigenista, y 3) La visión de la propia cultura andina, creativa y en expansión. Asimismo señala: “Las dos primeras necesitaron de un proceso de reflexión. Fueron necesariamente manifestaciones del sector culto o académico. Surgen de un autorreconocimiento, más o menos consciente. La tercera constituyó la vida social misma. Y careció de sus propios voceros intelectualizados a la manera occidental hegemónica. Hasta la llegada de Mariátegui.” “Es aquí donde hace su ingreso la política revolucionaria, pues no fue sino hasta los estudios de José Carlos Mariátegui que se reconoce al indio la facultad de presentar su cultura de resistencia en una forma económica: el colectivismo.” En ese sentido, y como lo afirmara J. C. Mariátegui en una de sus acertadas tesis de Principios de Política Agraria Nacional, refiriéndose a la comunidad señalaría: “En contraste con la política formalmente liberal y prácticamente gamonalista de nuestra primera centuria, una nueva política agraria tiene que tender, ante todo, al fomento y protección de la “comunidad” indígena. El “ayllu”, célula del Estado incaico, sobreviviente hasta ahora, a pesar de los ataques de la feudalidad y del gamonalismo, acusa aún vitalidad bastante para convertirse, gradualmente, en la célula de un Estado socialista moderno.”[4] Es decir, se trata de la reivindicación de la cultura indígena en su aspecto medular: la supervivencia y vitalidad de la comunidad a través del tiempo. (Continuará)

Jueves, 23 Agosto del 2012


[1] La huaconada fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en año 2010. Luis Enríquez Bergna quién le dedica un artículo en esta revista, la define como expresión del alma colectiva de los pueblos andinos del Mantaro, es decir de aquella cosmovisión que nos explica la honda relación del hombre andino con sus entornos naturales. Apropósito de la comunidad de Mito -de la cual es originaria esta danza de la huaconada- J. C. Mariátegui la nombra al comentar el caso de la parcialidad de Muquiyauyo: “Dueña de una magnífica instalación o planta eléctrica en las orillas del Mantaro, por medio de la cual proporciona luz y fuerza motriz, para pequeñas industrias a los distritos de Jauja, Concepción, Mito, Muqui, Sincos, Huaripampa y Muquiyauyo, se ha transformado en la institución comunal por excelencia; en la que no se ha relajado sus costumbres indígenas, y antes bien han aprovechado de ellas para llevar a cabo la obra de la empresa; han sabido disponer del dinero que poseían empleándolo en la adquisición de las grandes maquinarias y ahorrado el valor de la mano de obra que la “parcialidad” ha ejecutado, lo mismo que si se tratara de la construcción de un edificio comunal: por mingas en las que hasta ahora las mujeres y niños han sido elementos útiles en el acarreo de los materiales de construcción.”

[2] Javier Badillo dedica también en esta revista un corto ensayo en la que registra a modo de entrevistas los cambios lingüísticos en la comunidad de Ámbar.

[3] Alfredo Torero aludiendo a la explotación no solo étnica sino también clasista contra el indio, señala: “La definición de “indio” fue modificándose siglo a siglo, pero siempre el Perú criollo ha buscado una, a fin de guardar su “distancia social” de la masa indígena y acusarla a la par de todos los defectos imaginables, para justificar con ello la más despiadada explotación clasista. Y esta explotación, a su vez, ha privado a la masa indígena de la posibilidad de tener acceso a los bienes de esa cultura occidental moderna. (…) Cada pueblo, todo individuo, tiene derecho a practicar su cultura y su lengua; pero no basta que ese derecho se limite al de conservarlas; en los casos de pueblos que sufren la opresión nacional y de clase, su cultura y, por lo tanto, su lengua, se hallan asfixiadas y empobrecidas; es preciso por ello que adquieran y ejerzan la posibilidad de enriquecerlas libremente por creación interna o por adopción y recreación de los logros de otros pueblos, y esa posibilidad podrá basarse únicamente en la capacidad económica para salir del aislamiento social y geográfico al que tienen confinados la explotación de clase, el colonialismo y el imperialismo.” En: “El quechua y la historia social andina”. Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos, Lima, 2007, p. 149.

[4] Mariátegui indudablemente aporta al entendimiento de esta cuestión que no lo tomó en cuenta el Partido Comunista, cuando este falleciera prematuramente en 1930 a la edad de 35 años. Como ahora se sabe esta no fue la única posición que en ese sentido se planteó para Latinoamérica. Gustavo Pérez, acucioso investigador señala que Mariátegui no estuvo solo en su empeño por demostrar una vía específica de la revolución socialista en Latinoamérica. En Ecuador, Ricardo Paredes Romero (fundador del Partido Socialista Ecuatoriano), defiende similares posiciones en el VI Congreso Mundial de La internacional Comunista, realizado en Moscú entre julio y setiembre de 1928, en franca polémica con Bujarin, Kuusinen y Humbert-Droz, destacados miembros del Partido Comunista Soviético. Al respecto, Ricardo Paredes al referirse al papel del indígena comunero manifiesta: “…los países de América Latina que tienen una población indígena muy numerosa (México, Ecuador, Perú, Bolivia) están en mejores condiciones para la edificación del socialismo en el campo que los países donde este elemento indígena no existe. Existen numerosas comunas en México, en Ecuador, en Perú, en Bolivia, que representan actualmente elementos combativos contra el poder de los feudales y que, en el momento de la instauración del régimen proletario, serán núcleos para la cooperación socialista en el campo. Los indios americanos tienen un espíritu colectivista muy notable. Constituyen cooperativas de producción agrícola, de irrigación, de construcción y otras formas de trabajo colectivo. Estos elementos deben ser utilizados en el estado proletario para la construcción del socialismo.” (cursivas en el original). Véase: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=140372

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