lunes, 11 de febrero de 2013

PERÚ: LA FARSA DE LA INCLUSIÓN SOCIAL EN EL NEOLIBERALISMO



En el actual momento político por el que está atravesando la formación social peruana, se viene sedimentando en el pensamiento de académicos, políticos y en gran parte del pueblo, la fórmula que pretende articular el crecimiento con la inclusión social.

A nivel fenoménico, pareciera que el crecimiento y la inclusión social fueron dos aspectos no contradictorios, en tanto se plantean en abstracto, es decir sin dar cuenta de las características específicas de la realidad en que estos elementos están inmersos. Si descendemos a lo concreto, veremos que la situación es más compleja y contradictoria.

En el capitalismo periférico neoliberal, como el que prima en nuestro país, la reproducción de la sociedad se sustenta en una sobre-explotación de los trabajadores que laboran en las distintas esferas de la sociedad (económica, cultural, política), la cual se hizo posible mediante la flexibilidad laboral. De ahí la imposibilidad de eliminar los services, por más que se plantee a nivel del discurso político su eliminación. Daría la impresión que no se comprende a nivel esencial cómo se da la reproducción de las relaciones socio-económicas y culturales dentro del neoliberalismo capitalista y que todo sería posible. Bastaría sólo la voluntad de hacer las cosas.

La acumulación neoliberal potencia al máximo el trabajo no pagado, pero por otro lado se subvenciona al capital (contratos de estabilidad, exoneración de impuestos, uso indebido del medio ambiente, entre otros). Mientras no se elimine esta lógica perversa de reproducción de las relaciones sociales que favorece de manera desmedida al capital, es imposible revertir su lógica y dinámica con medidas externas al modelo, que sólo tiene por finalidad atenuar los excesos del neoliberalismo periférico y hacerlo más viable al presentarlo con una cara más humana.

La aceptación de la idea de carácter platoniano de lograr dentro del neoliberalismo la inclusión social se debe en gran medida a que las políticas económicas, sociales y culturales se dan e implementan de la mano de una amplia propaganda ideológica y de acciones políticas que muchas veces se encuentran al margen de la legislación vigente.

Se sedimentó como sentido común de los distintos grupos sociales y políticos (incluyendo con intensidades distintas a la denominada “izquierda”) un discurso único donde se hace creer a nivel del imaginario y lo simbólico que la única vía al progreso es el neoliberalismo y que el sujeto que tendría que ser hegemónico es el capital extranjero. En la realidad concreta, el capital extranjero sólo vino y sigue viniendo para extraer nuestros recursos naturales no renovables a fin de beneficiarse de su alta renta diferencial, base de la competitividad de “nuestra minería” a nivel mundial y de sus sobreganancias. Por ello, es una gran falacia decir que si les suben los impuestos a los mineros, éstos se irán a otro país, como lo propalan los eternos siervos del capital foráneo.

Aunadas a las acciones ideológicas mencionadas, se dieron prácticas políticas destinadas a fragmentar a los trabajadores fomentando la creación de centrales sindicales paralelas integrando en éstas a gente desclasada, o sea lumpen, para que se enfrente a los verdaderos trabajadores. Asimismo, se promovió a través de medidas represivas brutales, la contención de todo reclamo laboral. Se trata de potenciar el miedo y la angustia, con el fin de incidir negativamente en la subjetividad de los trabajadores y el pueblo en general para evitar que se consolide un sujeto de cambio.

Se suma a lo señalado el repliegue teórico, político, y en la práctica concreta, de los grupos políticos, que antes propugnaban las transformaciones estructurales y que ahora, por el fracaso del estalinismo y neo-estalinismo vistos en muchos casos como paradigma del socialismo, se contentan sólo con promover determinadas reformas dentro del sistema neoliberal imperante.

Bajo la bandera del pragmatismo, es decir del positivismo, postulan que cambiar el capitalismo es una utopía. A ello, hay que responder con firmeza que es fundamental luchar por una sociedad en que los seres humanos no sean vistos como mercancía, con el fin de evitar su explotación y alienación. Pero además, puntualizar que ese supuesto pragmatismo de las izquierdas posmodernas y posmarxistas, no es más que un idealismo, por cuanto es una ilusión pretender lograr en el neoliberalismo una real inclusión social que tienda a la igualdad. Ello se irá viendo a medida que el gobierno de turno se vaya desgastando, lo cual se expresará en su derechización progresiva.

Por todo lo planteado, es imprescindible reforzar nuestra capacidad de crítica, y organizar a los trabajadores y productores (con la ayuda de los estudiantes y profesores universitarios) en formas asociativas de producción económica, cultural y política. Se podrá de esa manera crear desde la base nuevas formas colectivas de organización social donde prime el sujeto colectivo sobre el individual. Además, no se necesitará esperar que el Estado capitalista se digne a “ayudar” a la población con las migajas que le deja la acumulación capitalista neoliberal que apunta a disciplinarla para que se someta a la lógica del capital.

por Cristian Gillen
3 de octubre de 2011



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