martes, 9 de junio de 2015

DEBATE: LA IZQUIERDA NO PUEDE PERDER IDENTIDAD




La derecha neoliberal se encuentra dividida no en tres, sino en más de una docena de candidaturas para el 2016. La izquierda en dos, pero parecería que la vida misma dependiera de su unidad. Si el objetivo son votos y congresistas podría pensarse que toda suma aumenta la posibilidad de “victoria”. Si el objetivo es cambiar el país, no digamos sus estructuras capitalistas, sino cambiar el régimen político y el modelo económico, entonces no todas las sumas sirven.

Hablar de unidad sin decir para qué y con quién puede ser el camino a la nada. Y si se quiere salvar a la izquierda, por ese camino se le conduce a su fin inexorable. Porque puestos a pensar en votos, como eje central de la estrategia electoral, hay que a pensar en aliados. Y en ese caso todo vale en la lógica de ganar más votos, hasta unirse con Kuczynski, pasando por Toledo y empezando por Yehude Simon. Quienes son partidarios de esta lógica tienen hasta el argumento listo: todo se justifica con tal de cerrarle el paso a Fujimori y García, como si los otros fueran mejores. Así se pasó la vieja izquierda los últimos 25 años, buscando un atajo, apostando siempre por el mal menor que le llevase de dama de compañía. Por eso fue parte del gobierno de Fujimori en sus inicios, de Paniagua, de Toledo, y hasta de Humala en su primer año cuando ya había pactado con la derecha.

Si el 2016 la izquierda sigue ese camino de componendas pensando esencialmente en los votos, no quedará nada de ella. ¿Acaso no basta con haber incinerado a Susana Villarán, que empezó siendo la esperanza de millones de los más pobres y terminó arropada solo por los votos en los distritos más pudientes de la capital? Eso de tocar con la izquierda para llegar al poder y luego tocar con la derecha para gobernar, no es nuevo, pasa con un sector de la izquierda latinoamericana. ¿Acaso Dilma, Ortega, Bachelet, Kirchner o Tabaré Vázquez, representan un cambio en relación con el capital transnacional o los grupos de poder? Todo lo contrario, gobiernan con las derechas en todos los casos, aun cuando tienen espacio para optar por un camino independiente.

Es el realismo político que aconsejan intelectuales como Steven Levitsky. De lo que se trata dice en su artículo “¿Una nueva izquierda?” es que la izquierda sea redistributiva, que reduzca la desigualdad, que tenga un programa redistributivo, solo eso. El modelo económico según Levitsky no le importa a la gente, tampoco el régimen político en el que se sustenta este modelo colonialista, depredador y profundamente antipopular.

Ser anticapitalista o antimperialista no da voto sostiene Steven Levistsky en el mencionado artículo. ¿Entonces cómo explicar el triunfo de Humala en primera vuelta el 2005 y el 2011? ¿No fue acaso su programa nacionalista lo que le conectó con la población? ¿No fue acusado de chavista? ¿No fue considerado un peligro por el Departamento de Estado USA? Aun así derrotó a toda la derecha. Su programa fue nacionalista y por tanto antimperialista por eso ganó. Otra cosa es que haya traicionado, pero eso no invalida el programa que le llevó al gobierno. Dicho sea de paso, ese programa no salió de la cabeza de Humala, ni de su entorno. Fueron banderas de la movilización social desde la caída de Fujimori, así que en buena cuenta lo puso la gente.

No se trata de ser ultimatistas. Quienes pensamos que el sistema capitalista es la fuente de todos los males, no podemos pasar por alto que el camino para confrontarlo, en nuestros países, pasa por ser antimperialista. Ser antimperialista es ser democrático, porque nada más ajeno a la democracia que imponer los intereses de las grandes potencias a los países más atrasados anulando así sus posibilidades de desarrollo. Ser democrático implica cuestionar un régimen político que se sustenta en una Constitución fraudulenta al servicio de la coima y la impunidad. No hace falta agitar el programa máximo, basta plantearse tareas en defensa de la soberanía nacional y radicalmente democráticas para abrir un proceso de grandes transformaciones estructurales.

Estamos de acuerdo con Levitsky que hay que sacar a la vieja guardia fracasada, que hay que guardar los viejos símbolos (no abandonarlos necesariamente), y que hay que repensar la base social. Pero esto último quizá, estando de acuerdo con ello, refleje un enfoque diferente. Porque no se trata de que la izquierda tenga “su base” aquí o allá. Ese sector social capaz de poner a la derecha de rodillas, no será base de nadie. Lo nuevo de los cambios que se producen en el mundo es que el sujeto social se ha convertido en sujeto político. Podemos en España es la expresión política del 15-M, el MAS en Bolivia nació como instrumento político de los campesinos y pueblos originarios. Estos fenómenos nuevos se producen justamente por la crisis de los viejos aparatos no solo de la derecha sino también de la izquierda.

Entonces, de lo que se trata es de lograr un espacio en el que esas fuerzas sociales que se expresaron en la victoria de Humala y que luego se volvieron contra él mismo puedan articularse como sujetos políticos. La izquierda que apuesta por cambiar el país, no solo ganar votos, tiene la inmensa responsabilidad de hacer eso viable, reconociendo sus limitaciones. En buena cuenta, no es la unidad con la izquierda acomodaticia lo que debe importarle -aunque suenen los cantos de sirenas- sino el pueblo y sus múltiples expresiones de organización. Ese pueblo que enfrenta los emprendimientos mineros como Conga y Tía María es el que debe importarnos, así como los campesinos, trabajadores, pobladores, que resisten los paquetazos del gobierno, los jóvenes que enfrentaron la ley “pulpín”, y por supuesto los sectores medios de las ciudades artos de la corrupción y la inseguridad.

La clave, una vez más, es el programa. No basta cobrar más impuestos a los ricos, eso es contentarse con las migajas que sobran en su mesa. Lo que hace falta es recuperar la soberanía sobre nuestros recursos energéticos y naturales para ponerlos al servicio del desarrollo agrario e industrial. Lo que hace falta es enterrar la constitución del 93 vía una Asamblea Constituyente democrática y representativa, que devuelta al pueblo su derecho soberano a decidir los cambios que hacen falta para enrumbar nuestra patria, junto a los pueblos de Latinoamérica, hacia nuestra segunda independencia.

En ello reside el futuro de la izquierda, en ser parte de lo nuevo, no en reciclar lo viejo. Espacio hay para ello, por tanto apuntar bien y no apartarnos del camino. La coherencia política es tan necesaria como el programa.

Tito Prado ,Lima 08-06-2015

MPGT – Frente Patriótico

CONSTRUYENDO EL FRENTE AMPLIO

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