lunes, 16 de noviembre de 2015

EL TRAGEDIA DE EGIPTO Y LA INEVITABLE CAÍDA DE SISI




Middle East Eye
16-11-2015
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Llegada del presidente egipcio Abdel Fatah Al-Sisi a Downing Street, Londres, para mantener una reunión con el primer ministro británico David Cameron, 5 de noviembre de 2015

Con cada avión que despega evacuando turistas rusos y británicos, Sharm el-Sheij siente su vida desangrarse.

Arthur, que tiene un salario fijo de 255$ (63$ más que el salario mínimo egipcio), dice: “No sé qué sucedió con ese avión. Tengo la sensación de que estamos siendo manipulados y prefiero no pensar en ello. Creo que Occidente está intentando obligar a Egipto hacer lo que ellos quieran y que este accidente es una oportunidad perfecta para forzarnos, para forzarnos de un modo financiero”.

Ahmed, un instructor de buceo convertido en taxista, se muestra de acuerdo: “Quieren acabar con nosotros. No veo otra explicación. Aquí sólo quedan ya turistas rusos e ingleses y todos ellos se disponen a marcharse”.

El complot de Occidente para acabar con Sharm el-Sheij aparece ricamente orquestado por la creatividad lingüística de los medios progubernamentales. Cuando una turista británica increpó al embajador británico John Cason, Al Ahram, un periódico favorable al gobierno, informó diciendo: “Queremos continuar nuestras vacaciones y no queremos irnos ahora”.

Lo que realmente dijo la turista (documentado en un videoclip de YouTube) fue: “¿Cuál es el problema? ¿Cuál es el verdadero problema? ¿Por qué continuamos aquí?... Esta mañana había un problema de seguridad y Vd. está aquí para resolverlo. ¿Por qué entonces estamos aquí mientras el resto de la gente se ha ido ya a casa?”.

Manos extranjeras están también, al parecer, trabajando en Alejandría. Cuando las tormentas y las fuertes lluvias causaron extendidas inundaciones en la segunda mayor ciudad de Egipto, matando a 17 personas e hiriendo a 28 –lo que sucede con regularidad porque el sistema de drenaje de la ciudad es bastante precario-, la respuesta del gobierno fue arrestar a 17 miembros de los Hermanos Musulmanes, a los que acusó de bloquear las tuberías de las aguas residuales y de causar años en los transformadores eléctricos y en los contenedores de basuras.

Hay otros chivos expiatorios para los fallos del Estado. El miércoles, la fiscalía de Giza liberó a uno de los empresarios más poderosos de Egipto y a su hijo, Salah y Tawfiq Diab, a cambio de una fianza de 6.385$, después de mantenerlos tres noches detenidos. Anteriormente, un tribunal penal canceló una decisión de congelar los activos financieros de Diab, Mahmud El-Gammal y otros dieciséis empresarios. Sólo se han congelado los activos relativos al proyecto de viviendas de Nueva Giza, con Diab acusado de adquirir ilegalmente tierra de propiedad estatal. Esos son los hombres más ricos de Egipto y estaban a favor del golpe de Estado de 2013. Diab es cofundador de Al-Masry Al-Youm, uno de los diarios de mayor tirada de Egipto de propiedad privada. Su cofundador, Hisham Kasem, dice creer que el arresto de Diab puede ser consecuencia de la cobertura llevada a cabo por el periódico.

El arresto de los dieciséis empresarios de la era Mubarak fue un mensaje del gobierno. Wael al-Ibrashi, el presentador de televisión pro-Sisi de Dream TV, lo explicó con todo lujo de detalles. Citó a una “fuente soberana”, es decir, un alto funcionario del gobierno o de la seguridad, que le había dicho que se debía a las actuaciones sospechosas de un número de empresarios para crear caos y crisis económica en el país transfiriendo su dinero al extranjero. Fuentes enemigas les habían convencido de que en Egipto iba pronto a producirse un importante acontecimiento.

Los mercados financieros se muestran poco impresionados por estas pirotecnias, aunque están de acuerdo en que las finanzas estatales se están yendo a pique. La libra egipcia está en su declive más veloz desde los tiempos del rey Faruk. Cambiar al gobernador del banco central, que está ahora intentando apoyar la libra egipcia haciendo que suban las tasas de interés e inyectando dólares en los bancos, no va a impedir una nueva devaluación que los analistas dicen ser inevitable. La libra egipcia ha perdido ya el 14% de su valor en sólo diez meses.

Mohammad Ayest, escribe en Al Quds Al Arabi ofreciendo tres razones de la devaluación y caída de la moneda: el coste de mantener el ejército en las calles; el colapso del turismo que representa el 11% del PIB y genera la quinta parte de los ingresos de divisas del país; y, por último, la corrupción. Dar dinero a un Egipto en el que hasta el 40% de la economía está controlada por el ejército, es literalmente tirar el dinero a la basura. Como consecuencia, las divisas extranjeras en el banco central están actualmente disminuyendo a un ritmo de 1.000 millones de dólares al mes.

La crisis de divisas de Egipto debe considerarse como algo único en los anales de la mala gestión financiera. Hace poco más de dos años, Abdel Fatah al-Sisi se hizo cargo de ella, con una cartera atestada de efectivo: tenía el apoyo de dos de los Estados más ricos del Golfo, EEUU, la UE y las multinacionales del gas y el petróleo. Según una fuente, las grabaciones de las conversaciones, filtradas y verificadas, que Sisi mantuvo con sus más estrechos asesores, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait le dieron a Egipto 39.500 millones de dólares en efectivo, créditos y derivados del petróleo entre julio de 2013, la fecha del golpe, y algún momento entre enero y febrero de 2014. Desde entonces, algunos calculan que la cifra se acerca a los 50.000 millones de dólares. ¿Dónde ha ido a parar todo este dinero? Algo hay seguro: Egipto no va a conseguir más ayuda financiera del Golfo.

Donde quiera que se mire en el actual caos de Egipto, el dedo señala a un hombre: Sisi, y a una institución: el ejército egipcio. Es él y no las “manos extranjeras” quien está en el epicentro de la inestabilidad del país.

Los dictadores creen que pueden derramar sangre. Ni los jóvenes abatidos a tiros en la plenitud de su vida ni el dolor de sus padres les hacen vacilar. Las comparaciones entre Raba’a y otras masacres, como la de Tiannamen o Andijan, significan bien poco para ellos. Ni tampoco la pequeña biblioteca de informes de derechos humanos y declaraciones de testigos que existe ya para catalogar sus crímenes: muertes en situación de detención, tortura bajo vigilancia, farsas de juicio, sentencias masivas a muerte. Todo eso lo ha absorbido Sisi sin problema alguno.

Pero los rottweiler tienen que proporcionar protección. Tienen que hacer su trabajo. Sisi no. Es ahora tan débil como lo pueda ser un gobernante absoluto en cualquier momento desde que se apodera del poder. Se enfrenta a la perspectiva real e inminente de perder el control de todo, de la economía, la política y la seguridad. El Estado mismo está fallando.

Resulta curioso que la visita a Londres, en la que había invertido tantas esperanzas y tantos esfuerzos, pudiera sin embargo convertirse en el punto de inflexión de su presidencia. Y más curioso aún que fuera su anfitrión, David Cameron, un primer ministro que ha trastocado una política exterior ostensiblemente basada en promover la democracia en una búsqueda frenética de acuerdos para el comercio de armamento, quien se convirtiera en su principal verdugo.

Sisi pasó la semana diciendo que tenía el Sinaí y al grupo militante del Estado Islámico (EI) bajo control. ¿Un avión ruso derribado por una bomba colocada en el maletero? Eso no era más que “propaganda”. Sus dobles objetivos eran posicionarse él mismo como perro guardián en la guerra contra el EI e incrementar los lazos comerciales. Ambos quedaron hechos añicos por la decisión de Cameron de suspender los vuelos a Sharm el-Sheij, una decisión imitada por las compañías aéreas alemanas, holandesas, irlandesas y por la misma Rusia.

Sisi tuvo que ver cómo le eliminaban del círculo de inteligencia en cuyo centro tanto había luchado por estar, no sólo respecto al Sinaí, también en relación a Libia y Siria. Los estadounidenses, británicos y rusos estaban compartiendo inteligencia los unos con los otros, pero no con él. Una visita acordada para incrementar la cooperación de seguridad británico-egipcia, una visita diseñada para cimentar los lazos comerciales con uno de los inversores extranjeros directos mayores de Egipto, se convirtió en un desastre de inteligencia y en el velatorio de la industria turística egipcia.

Sisi está perdiendo las batallas en múltiples frentes. Ante todo la física en el Sinaí: los insurgentes del EI conocidos como “Wilayat Sinaí” –provincia del Sinaí (PS)- están incrementando su fuerza. Ellos y su predecesor llevaron a cabo más de 400 ataques entre 2012 y 2015, matando a más de 700 oficiales y soldados del ejército, casi dos veces el número de bajas militares en una sola provincia egipcia que la insurgencia produjo en todo el país desde 1992 a 1997. El ataque más audaz del PS se produjo en julio de este año cuando atacaron quince puestos militares y de seguridad y destruyeron dos. Participaron en ese ataque unos 300 hombres. Utilizaron misiles antiaéreos Igla para desviar los aviones de combate Apache suministrados por EEUU. Minaron el terreno al retirarse. La operación duró veinte horas.

La insurgencia en el Sinaí era anterior al golpe militar. Pero el golpe cambió su carácter y calidad. Cifras proporcionadas por el Tahrir Institute for Middle East Policy muestran que en los 23 meses anteriores a junio de 2013, hubo 78 ataques, una media de 3,4 ataques al mes. Eso significa un aumento del 1.464%. 

Sisi ha lanzado de todo contra la población del norte del Sinaí: asesinatos extrajudiciales de 1.347 personas, la detención de 11.906, la deportación de 22.992, la destrucción del al menos 3.250 edificios. Como sus patrocinadores israelíes están ahora admitiendo, Sisi está cometiendo todos los errores del manual de reglas de la contrainsurgencia. De hecho ha convertido el Sinaí en el sur de Sudán, algo que él mismo advirtió que no hicieran a los oficiales del ejército cuando trabajaba para Morsi.

Y aún más importante que la batalla física es la política. Sisi ha sido tan descuidado con sus seguidores como lo ha sido con Egipto en general. Ha vaciado los colegios electorales, consiguiendo una participación espectacularmente baja en las elecciones. La asistencia a las urnas en las recientes elecciones parlamentarias fue tan baja –menos del 3% el primer día- que Abdullah Fathi, el presidente del colegio profesional de jueces dijo: “No se produjeron irregularidades, ni intercambio de insultos, por no haber no hubo ni votantes…” Y después se echó a reír. 

Los partidarios del golpe militar del 3 de julio han hecho todos un lento pero brutal viaje de descubrimiento. Y han tardado en admitirlo. Ninguno más que la familia Soueif. 

Laila Soueif y su hijo, el bloguero y héroe de la izquierda laica, Alaa Abd El-Fattah, animaron ambos al ejército a limpiar las sentadas de Raba’a y al-Nadha. Laila dijo: “La policía tiene que dispersar de inmediato estas protestas, sobre todo la de al-Nahda. Les vemos cada día en Giza disparando al cielo, después sostienen pancartas diciendo que son protestas pacíficas, ¿en qué pacíficas? Cada día matan a gente y ellos (los asesinos) dicen que fueron los baltagia (matones pagados por el ministerio del interior). No vi a ningún baltagia”.

Mientras, Alaa decía: “Se trata de una protesta armada que dura ya más de un día, y se han producido enfrentamientos. Han estado luchando en cuatro zonas residenciales. No hay una solución política para esto, se necesita una solución de seguridad. Al menos hay que contenerlos, mi madre y yo fuimos atacados cuando íbamos paseando. No digo que se les hiera, sólo que se les contenga”.

Hoy Alaa está en la cárcel, es uno de los 41.000 presos políticos y Laila está en huelga de hambre. Laila dice: “Sisi es la cabeza del régimen más criminal y opresor de Egipto que he visto en toda mi vida y voy a cumplir los sesenta”.

Aunque tarde, tiene razón. Sisi es la cabeza del régimen más criminal y opresor que Egipto ha visto en su historia moderna, tiene que irse. Si no lo hace, Egipto va camino del desastre, un desastre que podría terminar con la desintegración del Estado y la emigración masiva hacia Europa. Antes de que eso suceda, alguien tiene que intervenir, aunque, como parece cada vez más probable, ese alguien sea otro oficial del ejército.

David Hearst es redactor-jefe del Middle East Eye. Con anterioridad escribió para The Guardian.

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